Thursday, August 31, 2006

A vueltas con la contraseña

Gracias a LPablos, jefe de programadores de… (Luis, ¿cómo coño se llama tu puesto?; por cierto, gracias Tomás, gracias Pedro…). Gracias a esta gentuza, decía, mi ordenador está a salvo de ser profanado por la doctora maligna. Wendy está que muerde y mi cabeza ha empezado a darle vueltas a todo esto. No es demasiado difícil que, en mi ausencia, Wendy abra mi ordenador, le dé al motor de búsqueda, ponga la palabra Wendy, o Jeremy, y descubra (con traducción posterior) tooodo lo que ha pasado por aquí este verano. Pues siendo más retorcido, lo mismo con Internet.

Así que rescato aquí y ahora este blog que había descartado y que habla un poco de todo esto. Si alguien tiene alguna idea interesante que me la diga. Supongo que tras esto, voy a despublicar mis posts por un tiempo. Es que estoy un poco freak out con todo esto). (Luis, Tomás, gracias por enseñarme a despublicar en los CMAs de Genetsis ;)

Photo provided by Kupra RoteiroTM

EN ESTA VIDA, puedes creer en Dios o en Satán. En la reencarnación, en la vida eterna o en el wonderbra.. Hay personas que sólo creen en sí mismas. Es sabido, yo creo en Google sobre todas las cosas. En Google, si quieres, encuentras la aguja en el pajar. Pero también, si te atreves, te enteras de quién fue el cabronazo que escondió la aguja entre tanto grano. Un suponer. Wendy está aburrida en Hamburgo delante del ordenador harta de bajarse porno alemán. Y se pregunta: ¿y si por casualidad pongo en Google la combinación “Wendy Jeremy Joy-nt?” Ahí lo tienes. El segundo resultado en Google, no era tan difícil. Ahora le das a traducir, y here you go!!! Me entero de todo lo que está haciendo y diciendo el españolito a mis espaldas. Wendy, esto es solo una dramatización de mi vida aquí, no te creas todo lo que lees. El caso es que si es tan obstinada de creer que todo lo que digo en el blog es cierto, leerá cosas como:

And I return to Hewes Street Station where, already in house, Mr. Big waits for vivito to me and fishtailing, soon it has forgotten who was Wendy, that girl with whom the lot occurred.

[es decir, Y vuelvo a Hewes Street Station donde, ya en casa, Mr. Big me espera vivito y coleando, pronto ha olvidado quién fue Wendy, aquella chica con la que se daba el lote. ]

Creo, por cierto, que han traducido darse el lote por “the lot occurred”. Aparte de encontrar la aguja en el pajar, se hará una paja mental. A la vuelta te lo explico todo, amiga.

Siento ser tan ombliguista y centrarme en mi blog pero hay más ejemplos que me hacen gracia. El tipo con el que Joy salía antes de venir a ver a Jeremy a Nueva york, por ejemplo. ¿Y si es tan enfermo de poner en Google la combinación siguiente? (en efecto, yo de por sí soy un poco freaky de pensar que haya gente que le funcione la cabeza como a mí, pero los hay…):

Jeremy Joy Albuquerque New Mexico Cleveland New York

Pues le da a traducir, y si sabe un poco de español, que para algo vive en Nueva México, pues lo combina con su inglés para tratar de traducir cosas como:

By the sight, after one week of little City and much sex, Jeremy and Joy they have become a single Jota. That there is not one who loosen them, she goes. It has delayed her flight to Cleveland to remain one more night in the room of Jeremy. Much sperm later, has begun to speak on the possibility of living together in Cleveland (Ojayo).

[en español: Por lo visto, tras una semana de poca City y mucho sexo, Jeremy y Joy se han convertido en una sola Jota. Que no hay quien los suelte, vaya. Ella ha retrasado su vuelo a Cleveland para quedarse una noche más en la habitación de Jeremy. Mucho esperma después, han comenzado a hablar sobre la posibilidad de vivir juntos en Cleveland (Ojayo).]

Surrealista. Me encanta, por ejemplo, que “por lo visto” lo traduzcan como “by the sight”. Al igual, supongo, que si pongo que mi amigo Diego durmió en casa de Wendy por la FACE me lo traduce como “by the FACE”. No falla.

Google es Google, como el fútbol. O el Google es asín. No hay buscador pequeño… Hay un antes y un después de google, no de Internet. Google debería ser un verbo, es, lo sabes ángel, una forma de vida. Un tipo encontró el cráter que había formado un meteorito al impactar contra la tierra hace millones de años. Gracias a Google Earth. La aguja en el pajar.

Queda demostrado por qué creo en Google. Ahora bien, y si un día hay que pagarlo? ¿Y si tienes que soltar cada mes una bula de 20 euros por creer en tu dios cibernético? ¡¡¡Si siempre ha sido gratis!!! Mira, yo lo pago. ¿Y tú también no? Esperemos que a los de google no les de por buscar en google “google pagar mes 20 euros” porque nos encuentran, lo traducen y se les enciende una idea. Esto de Google dentro de Google me ha mareado un poco y es tarde. Pero trataré de despistarles confundiendo sus motores de búsqueda escribiendo “La aguja en el pagar”. ¿Funcionará? Uy me está dando miedo todo esto. Me siento como en matrix. Pero ahora el agente Smith no va de negro si no de rosa. Sus gafas son más cool, más setenteras y no me llama “señor Anderson”, me llama “Deivid”. Ella es la Agente Wendy y me ha encontrado en la Red.

Voy a ver si encuentro una salida…

Wednesday, August 30, 2006

Ratón con Cornflakes

LOS INGREDIENTES:

Hace mucho tiempo, tres americanos vivían en el número 387 de la calle 4 Sur, Brooklyn.

Wendy, la subarrendadora. Antigua redactora para televisión, además de DJ ocasional. Vivió cuatro años en Japón y volvió a los EEUU para ser maestra.

Malcolm, su primo. Actor egoísta y tacaño.

Jeremy, amigo del primo, recién llegado de Albuquerque, con ganas de comerse la manzana y olvidar a Joy, antigua novia del estado de Nuevo México. Actor.

Malcolm, el primo que pasaba la escoba-aspiradora como si fuera una aspiradora simplemente, prosperó en el teatro y abandonó Brooklyn para irse a Missouri.

David, el simpático desconocido amigo de Mercedes, amiga a su vez de Wendy, ocupó durante los meses de verano la habitación de Malcolm (X, porque hasta ahora no le he visto el jeto. Es el típico personaje del que siempre se habla en una película y nunca sabes quién es).

Salteando:

Wendy se marcha a Europa y deja su casa subarrendada y su perro arrendado en las maduras manos de Jeremy.

J y D hacen migas. Se cuentan su vida pasada, presente y futura. Jeremy le cuenta a David su plan de vida, esto es: enamorar a Joy, irse a vivir a Cleveland, no pagar la renta de septiembre a Wendy y casarse con Joy.

En su plan, se fuma toda la hierba que Wendy tenía escondida, descojona su ordenador y desaparece sin dejar una nota, un teléfono, una dirección, un sólo rastro que seguir.

Su plan comenzó a cojear el día que le dio a David su teléfono de Ohio. Depende de él. ¿Le dirá a Wendy qué es realmente lo que ha pasado? O, por el contrario, ¿le esconderá como el amigo que se supone que es?

Mezclar y cubrir:

29 de agosto. Wendy llega a Nueva York mientras David ha de preparar su plan. A pesar de que él maneja toda la información, se supone que su nivel de conocimiento es el siguiente: un día, Jeremy cogió sus cosas y se largó en menos que te roban una bici. Sólo dijo adiós y le dio una caricia a Mister Big. ¿Nada más? Hay tantas preguntas que responder que David no sabe si será capaz de responder con calma y un toque de sorpresa e incredulidad a todas ellas. Jeremy es el actor, no él. ¿Será capaz de afrontar con entereza el acecho de Wendy, una persona que tiene todo el derecho a saber lo qué ha pasado?

Paso a hablar en primera persona que estoy hasta las pelotas de la tercera.
Mis padres y Dani se marchan. Los preparativos parecen los de un crimen. Mis padres han de dejar todo tal cual lo dejó Wendy en su habitación antes de partir a Europa. Dani ha de hacer como si no hubiera existido. Su huella no puede aparecer en la habitación de Jeremy, su lecho en los últimos 10 días. Y para complicar aún más la situación, la habitación de Jeremy ha de parecer como si yo no supiera nada de la nota que Wendy nos dejó a mí y a Jeremy, pero que Jeremy jamás me enseñó, pero que Dani un día encontró por casualidad junto a las revistas porno de Jeremy. Jeremías, qué galimatías.

Si la casa ha de estar ordenada, es mi cabeza la que tiene que estar en completo acuerdo con todos los “hechos”.

Que hierva unas horas:

Dejo a mis padres en el Liberty Airport (Newark) el día más lluvioso de todo el verano. Muchos nervios. El Holland Tunnel no se despeja y, aunque tenemos tiempo para facturar, las cosas se van poniendo feas. El taxista, un negro como en la ida, no tranquiliza demasiado con su “exceso” de conversación. Finalmente, llegamos a Newark y mis padres embarcan sanos y salvos. Cuando voy a coger el bus para el Port Authority me llega una llamada desconocida. Son mis padres y me llaman desde un teléfono de la aduana. Es el perfume comprado en Chinatown, no puede viajar con ellos. Será cosa de que no tienen el ticket. No. No se puede viajar con líquidos tras lo de Londres.

Vuelta a Nueva York. Antes de salir de casa, había dejado una nota a Wendy. Más o menos decía así: “Bienvenida Wendy, un mal día, lo sé. Estaré fuera cuando llegues. Todo está lavado: sábanas, baño, cocina… Mister Big está bien y ha paseado dos veces. La habitación de Jeremy está como él la dejó. Etc, etc”. La información justa. Jeremy se fue. La información justa con un toque de desconocimiento. Dejando entrever que ella ya sabe que Jeremy se ha ido, toda vez que, es de sentido común, Jeremy debe de haber contactado con ella estos días (aunque sé que no lo ha hecho). La nota está dejada y yo estoy en medio de Manhattan preguntándome si la nota es como debe ser, sin recordar exactamente qué puse. Wendy llega a las 8,30. Son las 8,15. Me da tiempo a llegar antes que ella a casa. Es como volver a la escena del crimen. Pero qué crimen y qué hostias, si yo no he hecho nada!!! Allá voy.

Retirar:

Releo la nota y es correcta. Para añadir algo de tensión, paseo por tercera vez a Mister Big y hasta corrijo la nota: hemos paseado tres veces al perro. Miro y remiro toda la casa. Todo es correcto. Nunca me peino, ¿por qué me peino ahora? ¿¿¿Qué me hace no abandonar la casa ya mismito???

Me voy a Manhattan y como buen criminal, me meto en un cine. Factotum, la película sobre el libro de Charles Bukowski y su alter ego Henry Chinasky. Chinasky, interpretado por un gran Matt Dillon, es un escritor con barba de dos semanas, algo echado a perder, perdedor, errático… Creo que es la peor película que podía haber elegido en esta situación. Wendy me llama en medio de la sesión. Me da igual Factotum, miro embobado la pantalla del móvil mientras dejo extinguirse la llamada. WENDY WENDY Wendy Wendy wendy endy…Y deja un mensaje que oigo entre bastidores. Se nota cierta sorpresa: “David!? It’s Wendy. Please call me”. Dejo pasar una hora y contesto con un text message: “estoy en una película, te llamo en un rato, necesitas algo?” Al instante me contesta: “Jeremy se fue?” “Sí, la semana pasada, no lo sabías!? Dijo que te escribiría…”

Al salir del cine la llamo y tenemos una conversación horrible durante un cuarto de hora. No hay gritos. Sólo hay incomprensión, dudas, coches pasando, pobres pidiéndome dinero, sorpresa con dos gotitas de indignación, incredulidad. Mis respuestas son mezcla de desconocimiento con novedad, mezcladas, no agitadas.

Lo importante es recordar qué he respondido, no quiero fallar en el careo de mañana con Wendy. Aunque el careo es más bien conmigo mismo, con mi propia honestidad e integridad como persona.

Rociamos de aceite:

Malcolm, el primo-amigo, se suma a la trama. Jeremy me llama para decirme que ya tiene trabajo en Cleveland y para avisarme de que Malcolm vendrá a recoger sus cosas. Malcolm me llama. ¿¿¿Cómo tiene mi teléfono??? ¿Se lo ha dado Jeremy? ¿Me llama a mí (y no a Wendy) y me dice que vendrá a recoger sus cosas? Quiere alquilar un coche para llevar sus cosas a Boston. Malcolm tiene mi número así que 1. Se lo pudo haber dado Wendy hace tiempo. Improbable. 2. Se lo ha dado Jeremy. Fijo.

Y si se lo ha dado Jeremy, ¿eso significa que Malcolm está al tanto de sus intenciones? Él es el primo de Wendy…

Suena la señal del horno:

30 de agosto. Malcolm me despierta por teléfono para decirme que alquila el coche y viene en una hora. Salgo al salón y abrazo a Wendy, a quien no veo hace un mes. Está emocionada de verdad. Tras unas breves impresiones, le digo lo de Malcolm, que me ha llamado y que viene a por sus cosas, ¿cómo obviarlo? Wendy no se sorprende. ¿Pero por qué no se sorprende de que Malcolm tenga mi teléfono? Ella no pudo dárselo. Wendy está más concentrada en el Jeremy affaire y comienza su ronda de preguntas. ¿Cuándo? ¿Cómo¿ ¿Qué dijo? ¿Me va a pagar? ¿Te dio a ti mi dinero? ¿Así que tú has cuidado de mister big?

Respondo como puedo. A la última, de hecho, respondo: “Sí, bueno, I, my parents and my cccooouss”. Casi se me escapa lo de mi primo, la situación empieza a írseme de las manos. “My couscous”, acabé diciendo, o algo así.

"Pero a ver, david, si tú y él os llevábais muy bien cuando me fui. Algo te tuvo que decir, no puede haberse ido, así, sin más".

"No sé nada, sí, fue todo muy raro. De repente, una mañana, se largó”. Los pedacitos de realidad me sirven para aferrarme a mi historia. Tiro de ellos como puedo y reconstruyo a su alrededor toda una serie de hechos de lo más coherentes. Ripley estaría orgulloso de mí.

Wendy recrea los hechos en su cabeza como puede y hace las mismas preguntas una y otra vez. Pero obtiene las mismas respuestas. Mi firmeza flaquea y me planteo decirle la verdad. Ella pagó a Jeremy 200 dólares para que cuidara a Mister Big. 200 dólares que, visto lo visto, deberían ser de los dos. Wendy tiene tantas dudas en su cabeza que poco le importa ahora mismo su operación de ojos de mañana. Y, sin embargo, yo no puedo evitar acordarme de ella al mirarle a los ojos, inquietos, escépticos, casi agnósticos, muy vidriosos.

Sin embargo, a pesar de mentirle, le tiendo la mano. Le ofrezco mi ayuda e incluso le ofrezco dinero tras oírle decir a su primo Malcolm que ella está en bancarrota y que no puede ayudarle. Por lo visto, Malcolm aparece en el diccionario al lado de la palabra Loser. Quiere alquilar un coche, le faltan 100 dólares, y no tiene de dónde sacarlos. Así que se los pide a Wendy del depósito (fianza) que le dejó hace dos meses. Ella no quiere dárselos porque él le rompió el tocadiscos. Así que se inventa lo de la bancarrota, me reconoce después.

Ah. En Europa, Madrid, en concreto, primo Dani no aparece. Su avión debía haber aterrizado en Barajas hace más de cuatro horas.

Todo es tan retorcido que me entran ganas de poner un anuncio en el Times contando la verdad, yo lo pago.

Para mí, incluso, que soy el que más información poseo, existen aún bastantes cabos sueltos. ¿O no es así? ¿Acaso esa falta de información denota que a mí también me la están dando con queso?

[Por cierto, iiih ihhh, en casa no hay un ratón, hay dos]

Salpimentamos:

Por fin, la tensión estalla y corta la atmósfera en mil pedazos. El cristal que cubre la lámpara del baño revienta en medio de la ducha de Wendy. Wendy grita y yo salgo al rescate. En el baño sólo está ella tapada con una toalla y cientos de pedacitos de cristal, uno por cada una de las mentiras dichas este verano en esta casa.

Y servimos:

Mi cabeza es un puzzle hecho a base de trocitos de cristal. Un ratón avanza desde la cocina y se cuela al fondo del mueble del tocadiscos. Le he visto antes y le oigo ahora. Sólo me queda hacer algo bueno por Wendy. Cazarle es devolverle la sonrisa, así que me monto este artefacto elaborado por una caja de Special K con queso (el cebo) y restos de cereales (el dispositivo de alarma) y algo con lo que obstruir la salida del ratón una vez caiga en la trampa. Voy al baño y lo primero que veo es el desatascador. Puede valer. Al cogerlo, descubro un trocito del cristal de la lámpara muy cortante. ¿Qué hacía ahí debajo? No ha podido llegar ahí por casualidad. Esta casa empieza a dar miedo. El ratón se ha comido el queso y ha vuelto a su escondite. Lo que nos faltaba: roedores con coeficiente intelectual. Le oigo buscar una solución a su encrucijada. Yo busco la mía mientras escribo estas líneas. De momento vamos empate amiguito…

Rainman

[LA LLUVIA es un sedante. Te tiene como drogado todo el día. Cuando deja de llover, te entra el mono. De más lluvia. De lo que sea.

En mi universo, y en las despedidas, siempre llueve. Si te despides de tu novia hasta el día siguiente, llueve un poquito.

Cuando te despides de alguien importante, y por mucho tiempo, se pasa el día lloviendo. Y entras en un estado de calma triste, que es como la calma chicha pero en depre. Hoy, tras doce días de Gran Hijo, se han ido mis padres. Y ha estado todo el santo día lloviendo. Dani, no voy a decir que no sienta tu marcha pero tú no me has llorado al decirnos adiós. Es lógico, somos tíos, somos primos.

Cuando te despides de lo más importante en tu vida –tu hijo- llueve aunque no llueva. Lloras en silencio para que él no te vea y lloras en estéreo para que tu marido te aflija la pena (gracias papá).

Cuando llueve, las gotas que caen en el paraguas, en la maleta, en la ventana del taxi, no son lágrimas. No. Esas gotas llevan el tiempo que se ha ido. Son segundos, o décimas, o centésimas. Es el tiempo que se va y te despide burlón, por no haber sabido aprovecharte mejor de él.

Cae una gota en tu brazo y cuando quieres asirla y mantenerla a tu lado se evapora como un copo de nieve.

Hoy ha llovido un montón. ¿Han sido tantos los segundos que dejé sin estar al lado de mis padres?

Por eso hablamos del tiempo cuando preguntamos si va a llover. Porque tenemos miedo de que se vaya de repente.

Lluvia y llanto bajo un mismo manto.

Ya va lloviendo menos.

Ya lo estoy yo viendo.

Paco Montesdeoca me lo dice en chino mandarín: la borrasca se va en el vuelo C32 de la Continental para Barajas. Mi madre, que aún sigue en sollozo y negro.

Pero en Barajas se esperan anticiclones. Apura el pañuelo y échate a andar.

Mientras, en Londres, it’s raining cats and dogs. Sin embargo, lovely day. Jodidos ingleses. Allí, mi primo seguirá buscando su maleta. Y la chica de British le dirá en British que su maleta sigue perdida. Borrón, Dani, borrón (con la consiguiente reclamación).

Ya no llueve. La calle, callada. Y yo empeñado en “aliterar” mis frases. Es que en inglés la doble ele no suena lo mismo.

Sedado y sin lluvia. Mañana será otro día].

Tuesday, August 29, 2006

Ciao, una noche de miedo

Ciao, que es adiós y hola en italiano, me sirve para retomar la noche en que mi primo conoció a Javi Ghost. Ése es, de hecho, su nuevo nombre oficial para la familia.

Javi Ghost es un abogado cartaginés que o tiene un complejo de Edipo o tiene un síndrome de Estocolmo o el de Electra o el de la clase turista con dinero. Javi es un tipo sindrómico. Gente con complejos. Y con dinero. ¿Envidioso? Sí, de lo segundo.

Cifras: dos millones gastados en un mes. Medio millón en ropa. Doscientas mil (hablo en pesetas) en champagne. Viajes a Las Vegas, Boston y Washington, frecuentando “lo mejor de lo mejor”. Obras de caridad: cenar con dos pringaetes en Ciao.

Ciao a Jeremy, del que no se ha vuelto a saber.

Ciao Wendy, aquí estamos Mister Big y yo. La habitación de Jeremy está vacía (y pongo la cara de póquer que llevo practicando toda esta semana). No sabemos nada de él (mientras acaricio a Mister Big con pena).

Ciao, papás, ciao Dani. ¿Ciao a tu maleta, primo?

Ciao verano, qué poco duraste.

Ciao es un restaurante de la calle Bleecker donde Dani, Javi Ghost, Paolo (turinés) y yo cenamos con dos chicas de Nueva Jersey. Traducción: aunque fuimos a escote, ellas no pagaron. Además, Paolo sólo se tomó un par de cervezas, con lo que fue cordialmente invitado. Joder, Dani, pero qué primos somos. Pagamos Ghost, Dani y yo, pálidos como fantasmas al ver a “Bill”: 178 dólares.

De eso fue un poco la noche, de fantasmas de todo tipo. Javi tiene su propio show y arrincona a una de las dos chicas, la negrita. Nadie sabe de qué fue su conversación, absortos como estábamos en la nuestra. Pero hablando en los términos en los que le gusta a Javi, el balance no fue positivo.

Mientras, los primos mantienen una conversación muy interesante con la otra chica, la blanquita. ¿Cómo se llamaba? ¿Aime o algo así? Aime, pues, es la típica americana de origen británico de piel nívea (sinónimo patrocinado por Microsoft WORD). Es rubia y su curl hair recuerda a Ricitos de Oro. No es fea y no asusta pero si Amenábar decide sacar adelante su proyecto de Los Otros II (la llamará “Estos”?) debería hablar con ella.

Yo hablo de la tontería de Plutón y de que ya no es planeta (me importa ehhhh). Dani está en la luna. Aimé cree en otras dimensiones. Javi continúa su marciana forma de llevarse a Eloisse a la cama. Dani vuelve a la tierra cuando Aimé dice lo que dice: “Sometimes I see dead people”.

¿¿¿Qué???

Aimé nos tranquiliza. No es que vea muertos. Simplemente, ve y siente cosas, energías, entes de otras dimensiones. Y lo explica de una forma tan tranquila y cabal que no es necesario fingir que la crees porque de verdad la crees. Es decir, es aún peor que nos tranquilice. La crees más. Aimé nació en EEUU pero estudió en un pueblo de Irlanda. Su casa se asentaba sobre las ruinas de un campo de batalla (battlefield). Curiosamente, la batalla la libraron españoles e irlandeses contra el ejército inglés. Kinsale, año 1601. Y perdimos. Tal vez sea por eso que dicen que irlandeses y españoles congeniamos mejor. Aimé pasó allí su adolescencia, esa época de tu vida en la que follas poco, tienes granos y se te aparecen fantasmas. En su caso, antes de dormir, veía siempre una sombra al final de la habitación. Ya por la mañana, se levantaba con temblores en la cama.

(ahora es cuando aparece la foto con el gritito).

No. Aimé continúa y nos cuenta que un día se plantó. Se levantó de la cama y les dijo: “Leave me alone, please…” Desde entonces, cesaron los temblores, las energías negativas y los ectoplasmas. Y por supuesto, nuestras ganas de arrinconarla.

En paralelo, Javier ceja en su intento con la negrita. (Aquella noche, el fantasma durmió con su propio juego de sábanas).

La noche de terror acaba. Pedimos la cuenta y volvemos a pagar los tres. Ellas se van en taxi y nosotros acompañamos a Javi Ghost a pedir un taxi: le da miedo el barrio (west village).

Esto es lo que yo llamo una noche de miedo: pagas todas las cuentas del mundo, te aterrorizan como cuando eras pequeño, acabas con el fantasma de turno y vuelves a casa hecho un primo, con el primo.

Ciao a Javi Ghost?

No lo creo, no va con la definición de fantasma…

Monday, August 28, 2006

Hassstalavista

AHORA QUE PLUTÓN se nos ha quedado pequeño, una nueva alineación de planetas se ha producido en la constelación Brooklyn. Padre 1, Padre 2 y Primo 1 duermen plácidamente y sueñan con el bosque de rascacielos que se divisaban desde el Rockefeller Center.

El salón es mío. Aire acondicionado en Low, perro en Low. Me pongo una Bud y escribo mis memorias mientras un par de chinos me narran el USA-Eslovenia de baloncesto en pirateado. Ahhhh, Internet, cómo gusto de chupar la negra teta de tus encantos. Mañana, por cierto, me he prometido levantarme para ver el España-Lituania, 12h30 en España, 6.30 am aquí, las 19.30 en Japón.

El futuro, y el balón, en el aire. Sobre el pasado, ¿cómo empezar a hablar de la semana en la que cuatro españoles colonizaron esta casa por completo…?

Resulta que es cierto. Nunca conoces a las personas. Al igual que nunca sabes la opinión real de una persona sobre otra. Probablemente crees que tú me caes bien. Pues no. Tal vez pienses que a veces soy injusto contigo, algo duro. Es mi forma de quererte. Mariconadas aparte, de lo que yo quería hablar ahora es de lo bien que sintonizaban Wendy y Jeremy cuando yo llegué aquí. Todo eran risas y cuchufletas. ¿Serán las risas la antesala de la puñalada? La verdad, yo pensaba que la risa de Wendy era de lo más falsa y estudiada. Pero ahí lo dejé, no me gusta hacer un juicio rápido sobre las personas, suele ser un mal juicio. Fast food, fast thinking. Wendy’s. Burguer King.

Los comentarios sobre Wendy comenzaron a multiplicarse con las cervezas la noche que mi primo conoció a Jeremy. Por eso de la camaradería, supongo. Por eso de darle la bienvenida a un extraño haciendo mofa común de una persona ausente. Unas risas malvadas que tampoco hacen daño a nadie. Bullshit tipo “Wendy le pone los tricks a Mister Big en su entrepierna”. Etc.

Segundo Cuarto. Eslovenia 30 USA 35.

A veces creo que Jeremy ve cumplido su papel como actor “leyéndose” en mi blog. Realmente, soy yo el que le relato sus propias aventuras traduciéndole como puedo lo que digo de él en cada post. Y está encantado con su rol de protagonista. El otro día le comenté que alguien, una persona que además ni conozco, no está demasiado de acuerdo con eso de que él se vaya a Cleveland. Carcajada. Me mira, sonríe, y además me adelanta que va a hacer lo posible por irse antes. Su historia es más o menos la de un actor con muchas aptitudes encerrado en una ciudad que, según él, te maltrata. Es muy divertido verle borracho como una cuba, con un banjo en sus brazos, interpretando esta escena: “New York kicks you. New York punchs you. New York batters you”. Actúa e interpreta al mismo tiempo su propio papel, el del actor cansado de ser actor sin ni siquiera serlo. Trabaja en una factoría haciendo la masa de los donuts que luego la gente engulle en los Dunkin. Antes trabajaba día sí día no y más o menos podía permitirse vivir en este piso de mala muerte. Su jefe (asshole) cada vez le llama menos para trabajar. Es decir, día no trabajado, día que no cobras. Su tiempo aquí se ha acabado. Como alguien me dijo una vez, se le había parado el destino. Y Joy lo ha reactivado. Tal vez en forma de bomba de relojería, pero el destino arranca con torpeza y va cogiendo velocidad de vértigo. De hecho, Jeremy, dos cervezas más, lo ha decidido: “me voy antes. Mi jefe no me llama para trabajar. Aquí no pinto nada. Me largo”.

Esa mañana me despierta dando golpes a mi puerta y sabe la mala hostia que me gasto cuando me despierto así. Algo pasa. Mi primo, irónicamente, es el primero en enterarse de la noticia. Jeremy se va antes de lo acordado. Se nos iba ya el 29 de agosto, el mismo día que primo Dani, el mismo día que mis padres. Tres vuelos diferentes partían de tres aeropuertos diferentes arrancando de mi lado a las personas que más he querido últimamente. ¡Y que querré! Aquella mañana Jeremy decide que se va esa misma mañana. En una hora.

Jeremy me lega su ajedrez y la custodia de un perro. Además, una lista de libros que he de mandarle con el favor del Servicio Postal de los Estados Unidos de América. Se va, vaya que se va. Aún tengo una legaña que no me deja abrir el ojo izquierdo al decirle adiós, ya él dentro del taxi.

Jeremy no piensa pagarle septiembre a Wendy. Ni la mitad, que es el acuerdo al que había llegado consigo mismo. Wendy llega el martes y se encontrará una casa poblada de españoles, con un perro de españolas costumbres. Y la dificultad de encontrar compañero de piso que le pague el alquiler de Jeremy. Según él, ella se lo ha buscado. Es una amargada (bitter), además de una manipuladora. Se ha enterado recientemente de que ella paga 500 dólares al verdadero casero. Él y yo 600. Y por ahí no pasa, porque no ha sido honesta con él. Ser honesto en esta casa empieza a no estilarse demasiado. Y sin honestidad, no se paga. Ésa es la nueva filosofía de Jeremy. Bueno. Ahora lo que toca es asumir la pérdida de la persona en sí, un tipo bastante peculiar, un personaje de la no-ficción, un amigo al final y al cabo.

Por fin, el abrazo ha sido del tipo B, sentido, cercano, de machote. Y me repite sobrio lo que me dijo el día anterior bebido: “Vendrás a mi boda, ¿no?” Por supuesto. Los dos sabemos que jamás nos volveremos a ver pero nos encantamos en nuestros papeles. A veces, supongo, la vida es sentirte a gusto con el papel que te han dado en este pobre reparto.

La vida se vuelve, de nuevo, paralela. Hace un mes éramos los dos quiénes despedíamos a Wendy con insincera emoción, el perro en nuestras manos aullando a la luna (seguro que él también fingía). Ahora primo Dani y yo, el perro en mis manos, decimos adiós al actor en paro que ha puesto en marcha su destino, haciendo arte de su propia vida.

Nos miramos y no nos lo creemos. Que se ha largao, tío. Unos spaguettis olvidados en un tupper es el último vestigio de Jeremy en la casa. Cuarenta días de Jeremy. No han sido muchos.

La vida continúa. Y Dani hereda su habitación. Mister Big, un perro que pasó su primer año de vida con unos drogatas en algún estado remoto de los EEUU, depende ahora para vivir de un chaval que le da codazos en la cama pa ganarse la posición, una mujer que le llama Mister, un señor que no bebe nada y se duerme a las doce y un chico sin maleta. Nos quiere.

Esa noche nos vamos a pensar sobre los vericuetos de la vida a Central Park. Nos acompaña la Metropolitan Opera for free. La Traviatta, que viene a ser mala mujer o algo del estilo.

El conocido soniquete del comienzo de la Traviata pone la banda sonora de tus mejores pensamientos. Tumbados, mirando al cielo estrellado de Manhattan, cada uno de nosotros revive sus sueños. Mi padre, conocido amante de la ópera de Verdi, le da forma a sus quimeras con una pregunta retórica: “¿Estarán aún en el tupper los spaguettis de Jeremy?” Traviatto...

En todo caso, lo de la magia es relativo. Manhattan, como es lógico, no aloja muchas estrellas en su cielo. Un pinsapo nos tapa la vista del escenario, además de obstaculizar la acústica de los barítonos. Sibaritas, nosotros. Y luego La traviata no la entienden ni los italianos. Paolo, recién amigo venido de Torino, nos dice que del Verdi original queda poco en este sucedáneo neoyorquino. Además, lo de los tíos en el escenario tratando de joderse sus gargantas es sólo un pretexto para hacer un pic-nic en Central Park. La gente se lo monta de lujo. Vino, viandas varias y velitas para hablar de cómo ha ido la semana por la Gran Manzana. Giusseppe, los americanos andan un poco verdis en cuanto a gusto operístico…

Por la noche, para rematar, cena en Ciao, restaurante italiano en Bleecker St, con Paolo y Javier, el fantasma de la ópera (capítulo aparte).

Wednesday, August 23, 2006

El primo Darío

IMPOSIBLE ESCRIBIR si orbitan a tu alrededor un primo, un padre, una madre, un actor enamorado, un perro, ratas y ratones. Obliga a preguntarte quién es de verdad el primo.

Pero hoy miércoles, a las 17h31, se han alineado los planetas para que yo vuelva con esto. Así que ahí van unos highlights:

Días convulsos, o extraños. Días contados. Doce estarán mis padres aquí. Nueve mi primo, que llegó más tarde.

Mis padres, unos listos. Se traen los enseres de mano en una bolsa del DIA, algo que en sí es atentar contra el buen gusto pero a los americanos les parece de lujo: bolsa del DIA = a no terroristas.

Escogemos el taxista adecuado, puro desorden y suciedad. Es a los taxistas guarros lo que Williamsburg es a los barrios guarros. Premonición, deja vu, review, lo que quieras: es como introducir a mis padres en el marranísimo mundo de los barrios cool de este mundo. El taxi, de hecho, está salpicado de facturas, tarjetas de teléfono, callejeros de Nueva York y New Jersey. Sentarse a conciencia es jugársela. Es el Mambo-Taxi de Almodóvar en plena decadencia.

El tipo es negro y callado. Tiene el béisbol a todo volumen en la radio. Le pregunto por qué hay dos ligas diferentes de béisbol. “Sí, hay dos ligas de béisbol”, me responde. No más. El tío es majo de cojones. Seguro que luego se pasa unas risas que te cagas con sus amigos. Pero en el taxi es todo seriedad y personalidad. Si tuviera un coche un poco más limpio lo nominamos a taxista de New Jersey del año.

Para llegar a casa, he de guiarle. Es cojonudo ser taxista en Nueva York. Con saberte ande están Wall Street y Broadway lo tienes hecho. Pero llegamos, a la primera. Mis padres, deslumbraos.

[más tarde me enteraría de que la licencia para ser taxista te cuesta sólo 400 dólares y que con tener un permiso de residencia lo tienes hecho, pasando un examen que aprueban desde senegaleses hasta vietnamitas, ¿por qué no un abulense pura raza?]

Le doy a mi padre sus primeras llaves neoyorquinas, todo un honor. Faltaba el “major” de Bloomberg para cortar la cinta oficial. Subimos a casa pero arriba ya abro yo no sea que Mister Big se les tire al cuello. De cuellos nada. El perro está más contento que unas castañuelas. Lame a mi padre la barba y no para de dar brincos. Lo que nos faltaba, que el perro se volviera hiperactivo.

Les enseño su habitación: les encanta. Al perro también. Se viene con nosotros dentro. Sigue saltando y brincando. En una de éstas cojo y le doy de bolea. El perro, definitivamente, se ha vuelto gilipollas. Igual es culpa de mi madre, que no para de llamarle Mister Smith. "Mamá, que es mister big, no es el príncipe de bel air". "Ay mira lo de mister big no se me queda. Le llamo mister vale?" Por mí como si le llamas Monsieur y le das trato consular...

A Jeremy, eso sí, llámale Jeremy. No, Joost no, por favor. Joost es otro. A éste Jeremy. [El Síndrome de Brooklyn le duraría dos días…]

La familia se completa el sábado, que es cuando llegó mi primo. A las 18,45 ha de aterrizar su avión de la British Airways con inglesa puntualidad. Entonces, ¿por qué son las 22,45 y su teléfono sigue “apagado o fuera de cobertura en este momento”? En estas situaciones es cuando deseas que nada le haya pasado a la persona en paradero desconocido. Pero también necesitas que al menos tenga una buena excusa para no partirle la cara por no haber dado señales de vida. Y la tiene: dos horas secuestrado en Heathrow y la consiguiente pérdida de maletas. De hecho, su viaje en taxi hasta mi casa, una odisea, pobre. Va a fundar otro blog para contarla. O debería.

Siempre tendré su imagen bajando del taxi en fotogramas interrumpidos. Se para, se mueve en su asiento de atrás, saca el monedero, alarga la mano, sale del taxi. Mientras, suena música de jazz… ("como en Desmontando a Harry") Es el primo, es Dani, tu sobrino, mamá. Está vivo y está en Williamsburg. Vamos a abrazarle, Mister Big que le lama, luego le hostio por llegar cinco horas tarde y no tener el teléfono encendido y luego ya que se explique.

Unas horas antes, quedé con mi amiga francesa rescatada del averno de Internet. De otra forma, jamás podríamos habernos encontrado físicamente. Esta chica, si puede, no coge el metro. Se lo ahorra. No tiene móvil así que cuando le mando un mensaje una voz metálica se lo reproduce en su contestador (iiiii, weird). La tía se gasta una orientación paupérrima así que va por la ciudad con un mapa hecho a base de fotocopias de otros mapas diferentes (super-weird!). Lleva Nueva York reconstruido por diferentes editoriales. Es lo más. Lo menos, mejor dicho. El minimalismo llevado a la persona. Pero tiene su lógica, está comprando piso. Su mortgage es de 800 dólares (si sigo el mismo planteamiento que seguí en Madrid, yo mismo debería plantearme comprar piso en Nueva York, pago 600 dólares al mes!). Así que las palabras que más utilizamos en nuestras conversaciones son “free, cheap, not cover, walk, walk, walk”. Y free otra vez. Es otra forma de vivir Nueva York, y no es mala. Yo, de hecho, no sabía que se podía cenar por 10 dólares (Dojo Restaurant, West Village). Cena a base de Hummus, verdura y tap water (Grifoya). La propina es exactamente el 15%. Total: 11 dólares y cincuenta centavos (dejé 2 al final, pero sin que ella se enterara, estilo Ross).

Maryline va comiendo su mitad sin pausa, con prisas. Devora. Yo hablo y como. A los cinco minutos, una media luna perfecta dibuja nuestro plato. A mi lado, avocado, brócoli, trocitos de pollo y soja. A su lado, la nada. Mister Big deja el plato más sucio. Y mientras hablo ella mira mi parte.
“¿Quieres más?”
“no, no, estoy bien”
Yo no, pienso, no me gusta el brócoli y menos si me miran comerlo con cara de lujuria (lujuria hacia el brócoli). Así que al final subdividimos de nuevo mi media luna y sólo cené un cuarto. Aún así, muchísima comida.

Y el resto de la velada, interesante. Cómo caminar por Manhattan viendo a la gente emborracharse. De una extraña manera, sin embargo, fue interesante. La chica, ya cenada, no quería comer más. Y yo tampoco estaba para mucho más. Una noche maravillosa. Sí, yo también lo he pasado genial. Yo también, repitamos. Sí, sí, claro, repitamos. Adiós, adiós. Una polla repetimos.

...

Hostias, mi cámara. La tiene ella en el bolso. Así que sí, repetiremos.



Más afrodisíaca fue mi cena con mis padres unas horas después. Cenamos ostras en este sitio tan famoso de Grand Central. Yummy! Es un sitio en el que llevan sirviendo oysters a los neoyorquinos desde 1913, un año después del Titanic, uno antes de la IGM. El encargado que nos sirve es encantador, atractivo, galán, con pose de actor. Mi madre lo compara con Cary Grant. Mi padre se rinde ante la evidencia. Su voz es increíble así que tratamos de ganárnoslo por ahí. Y lo hacemos. Repetidas veces viene a asegurarse de que todo está perfecto. Ja, ¡ganarse a un camarero! Ingenuos. Lo único que consigues es acabar tannnn “enamorado” de él que acabas por darle el máximo de propina.

Tras la explicación de mi primo, todos le queremos un poco más. Incluso Jeremy, que andaba preocupado. ¡Él fue el primero en verle llegar en taxi! Muy listo, Dani, al tocar con el claxón (en casa no hay buzzer).

La odisea es la prevista con el genuino toque de mi primo: metió el móvil en la maleta. Así que allí, donde quiera que esté el móvil, están las cincuenta llamadas que realicé entre las 7 de la tarde y las 11 de la noche a su número. [las maletas, a día de hoy, siguen sin aparecer]

Así que tras las presentaciones a humanos y perros, dani ya instalado, mi padre ya relajado, procedemos a conocernos mejor tomando unas birras en la terraza de casa. Jeremy y Dani conectan a la perfección, será por eso de que uno le da el relevo al otro. Dani acaba de dejarlo con su novia de toda la vida, él sabrá si se puede afirmar eso de la “niña de mi vida”. Yo, escéptico ante eso. El caso, Dani que acaba con lo suyo. Jeremy que empieza. La metáfora se completa con la pérdida de las cosas de mi primo en heatrow: la cámara que ella le regaló, el móvil plagado con sus fotos, la ropa que compartieron o se regalaron o compraron juntos durante 7 años.

En el próximo capítulo (o en la próxima alineación de planetas)…

- Jeremy vs Wendy.
- La Traviatta.
- Il Traviatto.
- La neggia.
- Jeremy, encantado de que la amiga desconocida de Peter se preocupe por él.
- He’s leaving home…

[I really feel That I'm losing my best friend I can't believe This could be the end]

Wednesday, August 16, 2006

JJust Married

SE CASA. Menos de un mes después, va y se casa. Hay una rata en la alacena con la que nos hemos visto más últimamente.

Supongo que la mejor pregunta-respuesta a esto es: ¿…y?

Pues que se case.

Si esto fuera “Tres Sombreros de Copa” le diría:

¡Te casas!
Sí, pero poco.
Te casas…y aún no le hemos repuesto la maría a Weendy.
Que sea su regalo de boda.
Te casas… ¿qué va a ser de Mister Big y de mí?
A lo mejor lo legalizan…
Te casas… y me dejas sólo con Wendy.
Si te ofrece sopa, no la comas.
Te casas… y hay ratas en la cocina.
Cómprate un gato.

Se casa, pero poco. Y aunque en inglés su comentario no ha sido igual, su cara te lo decía todo. Yo creo que al principio todo el mundo se casa, pero poco. La gente no se lo cree, simplemente. Te lo dicen, así, como quien se compra una Play Station. “El verano que viene no hagas planes: estás invitado a mi boda”. Pero no se lo creen. Total, es el año que viene. Pero el tiempo pasa y se van casando lentamente. Así que cuando llega el día D, ya se han casado del todo.

[Una Budweiser de 40 oz. I buy, you fly (yo pongo la pasta, tú vas a por ella). Y seguimos hablando del tema…]

La historia de Jeremy es de lo más peculiar. Nació en medio de una comuna. Sólo tenían sexo y libertad. Aunque él no lo recuerda. La verdad es que las fotos son geniales. Cuando era niño, Jeremy jamás jugó a la Play Station. Más que nada porque no existía. Era de noche, y sin embargo llovía. Su primera descarga eléctrica la sufrió a los once años. Su madre es medio india y de su padre nunca habla. Mi gen cotilla-periodista le pregunta por él. Su madre lo abandonó a los dos años y jamás se ha vuelto a saber de él. Jeremy se apellida Joynt, con “y” griega, para no dar mucho el cante en los aeropuertos. Y así llevar su origen hippy a cuestas. Su mail dice algo así como Sir Joynt, es irónico el tipo. Es un tipo. Un gran tipo, si me apuras. Si Joy se casa con él y adopta su apellido se llamará Joy Joynt.

[Before and again, Come dance with me, Big Time Sensuality.]

Me permito el lujo de acompañar nuestras cervezas con el disco que Jeremy le dedicó a Joy y en el que yo participé decidiendo si las transiciones eran buenas. Un pequeño, por ínfimo que sea, tanto por ciento del hecho que se casen se debe a mí. Así que mientras escribo estas líneas, tomo cervezas con el engaged guy y hablo con él de cómo fue y cómo está siendo todo, suenan sus canciones, un poco las de los tres (me hago un pequeño hueco en nuestro personal threesome).

Se casa. Con tres cervezas a cuestas, parece que se va casando más. Al principio, me lo ha dicho en un amago. A lo panenka. Eso mismo: “me caso, pero poco”. Asustado y sin mirar al futuro. Nos hemos dado un abrazo. Sobre los abrazos: te puedes fundir en uno o, simplemente, darlo. Jeremy y yo nos lo hemos dado. Quizá por ser el primero que nos damos. Quizá porque el motivo de la celebración es más bien incierto. No sé. Aún no puedo discernir muy bien los sentimientos anglosajones. Los verbales, digo. Los del alma suelen ser del todo claros. El tío se casa, y ahora, ya sí, su cara refleja el miedo de mirar al futuro sin importarle que el futuro no le corresponda. Como los buenos jugadores. Y además no va de farol.

[Passenger seat, I think my heart is telling, Sugar never tasted so good.]

Acaba de llamar a su madre. Y dice que no ha reaccionado. “Ah, perfecto”, o algo así ha obtenido por respuesta. Claro, sufre un shock. Lo sufro yo… Jeremy dice que jamás dejó de pensar en Joy. Tres años después, seguía pensando en ella. Todas las relaciones que ha tenido en este tiempo han sido para olvidarla o para recordarla, es decir, ellas se parecían mucho al molde original. Sin igualarlo, claro. Mmm, vieja historia de este mundo.

[Never ending match equation, Let it be. Pussy Pussy Marihuana] (para quien se preocupa por mí, esto es sólo el título de una canción).

Que se case, vale. Pero que se vaya…. ¿¿¿también tiene que irse??? Jeremy se las pira el 29 de agosto, justo el día que Wendy vuelve. Vamos, que no se ven las caras. De esta forma, no es necesario que él vuelva a ponerse la careta. Sinceramente, creo que éste ha sido el mes más feliz de este hombre en esta casa, motivos obvios aparte.

[Por artistas: Blind Melon, Gnarls Barkly, Death Cab for Cutie.]

Por supuesto, sólo conozco una canción de todos ellos pero suenan cojonudamente bien. En cierta manera, eso me recuerda al último libro que leí de Auster, “El libro de las ilusiones”. En él se narra la tragedia para el arte de un cineasta del que sólo pudo verse una única película; después se quemaron todas. Curiosamente, el tipo acabó sus días en Nueva México, cerca, supongo, de la comuna donde nació Jeremy. De la misma forma que el protagonista de su última novela, “Brooklyn Follies”, solapa su vida con la muerte por este barrio. Es que me pirran las coincidencias que no guardan relación [aparente].

De hecho, Jeremy se va a Cleveland una semana antes de lo acordado con Joy. Es una sorpresa. Suena viejo para mí. Para ellos es completamente nuevo. Por lo visto, con los nervios del compromiso su vida sexual no ha sido del todo satisfactoria este fin de semana. Y Joy andaba preocupada. Largo rato hemos hablado de esto. De hecho, seguimos haciéndolo.

En este juego del gato y el ratón suele ganar el ratón.

[Cracker, Franz Ferdinand, David Bowie.]

Le propuse poner alguna canción española en su disco del amor. Supongo que hizo bien en no hacerme caso. De hecho, era mi sibilina forma de introducirle en Calamaro. Imaginé en Cleveland el “a menudo los labios más urgentes no tienen prisa dos besos después”. Sabina y Andrés protagonizando una historia de amor en Ohio. Suena bien. Ahora me pregunto si se aferra el corazón a lo perdido y si esta historia funcionará dentro de otros tres años. Un dato: ella ya se casó antes.

[Nightmares on wax, Michael Jackson, Modest House.] Ni puta idea de quién es la mayoría de esta gente pero este disco sirve para enamorar a la gente, if you want to know the truth. El que lo quiera que lo pida (lo pongo en MAC).

Jeremy se va y yo me quedo compuesto.

CUANDO DIOS CIERRA UNA PUERTA, ABRE UNA VENTANA. Ayer conocí una francesa. También divorciada. ¿Qué tendrá este sitio que hay portazos a cada minuto? Se llama Mary-line pero no consume drogas. No le gustan la cerveza ni los sitios caros. Es mona e inteligente. A ver si se abre también deeeeeeeeeeeeehasta mañana!!!

[A Cu, Cari dame un Ci & CoCo. Lo vais a leer ehhh!]



[No alarms and no surprises, no alarms and no surprises
No alarms and no surprises, please
]

Tuesday, August 15, 2006

Lista de lista

HOY HE hecho amigos. Me he quitado el disfraz de “qué feliz estoy tan sólo en esta ciudad con tanto rascacielos” y me he puesto el de “vamos a conocer gente que estoy más solo que la Unidad”. Teresa es checa. Le he explicado que la verdadera Teresa nació en Ávila y que fue, bien una santa, bien una fumeta. Ni fu (ni gas, célebre discoteca abulense). La chica canadiense no recuerdo cómo se llamaba pero tiene huevos que un canadiense no hable inglés. Pues sí, la niña era quebequesa, o quebefuese, y sólo conoce el francés (el idioma). Yukio, Sanyo o Nikon es japonesa. Ama Madrid y las comidas españolas (la gastronomía). Stephan es de Dusseldorf, lleva una camiseta con el toro de Osborne y merece capítulo aparte. Ingrid es cubana y se ha encargado de hacernos saber a todos que, primero, tiene novio y, segundo, que “éste es mi teléfono”. Muy bien la cubana (la chica). El turco se ha ido más o menos a la hora de pagar. Y ahí los cabecillas (de turco) hemos sido un español y yo, que hemos tenido que pagar su parte y los tips de todos los demás. Tiene cojones que los inventores del Simpa hayamos caído en la trampa.

Los Manhattan, las cervezas, los teas y demás consumiciones los hemos pasado hablando de las peculiaridades y resto de topicazos de nuestros respectivos países. A veces me entran ganas de imprimir un folleto y repartirlo entre la gente, como los banderines que se intercambian en los partidos de fútbol. “Mira, aquí vivo yo, esto es Madrid, no todos los españoles llegamos a las 8 AM a casa y no soltamos toros en las calles de las ciudades cada día. Sí, conozco la paella y ni me va ni me viene y no, no bailo en tablaos”. (folleto a perfeccionar). Sin embargo, siempre sacas lo más lovely que hay en tu interior (lovely de encantador, no de kilómetro 30 de la nacional uno).

Al final, hemos quedado pa los postres el alemán, el español y yo. ¿Saben aquel que dice que un alemán nos hace buscar un Wendy’s durante diez bloques porque las hamburguesas son 40 céntimos más baratas? Germanwings a la parrilla nos han entrado ganas de cocinar con él. El chico no tiene dinero, en fin, es un ingeniero de sistemas que se dedica a hackear páginas web. Fede, el español, es insistente y trata de sacar adelante una conversación sobre la diversidad de mujeres que hay en la Gran Manzana. Pero a Stephen sólo le interesan los agujeros de gusano y cosas por el estilo. Y jugar con móviles, conocer los entresijos de su programación, hasta que upppppps, “uy, te lo he bloqueado”. Pues me kkkago en tu puta madre y en la Selva Negra que te parió. ¡¡¡Pero este tío es gilipollas!!! Así que me he venido a casa. Jeremy tenía que llamarme por si venía el Exterminador y así no hay forma.

Y de camino, un descubrimiento, una de esas chorraditas que te alegran el día. En un cajero, entre los recibos del banco, la lista de quehaceres de un neoyorquino, en este caso neoyorquina.

En el camino en metro a casa me he vuelto todo un experto en el arte de descifrar listas de actividades anónimas. Ésta, más o menos, dice así:

Antes de irme a Los Ángeles, en el vuelo de las 7,45, hagamos estas 9 cosas, de las cuales he hecho simplemente tres.

[Y se ha dejado sin hacer:]

- La manicura y la pedicura.
- Recoger un pack de algo: A veces, por si pierdes las notas, anotas cosas en clave, todos lo hemos hecho. Yo creo que su pack es un consolador. Vale, seré un infantil pero lo veo claro.
- Si no, ¿por qué iba a querer comerse una banana antes de despegar?
- ATM. Eso es un cajero. Sacar dinero. Sí, eso lo ha hecho, ahí he encontrado el recibo. Luego, en un ataque de la enfermedad conocida como Mementa, la chica, llamémosla Amanda, ha olvidado la nota tras guardar su pluma Parker.
- Pick up es: o recoger, o ligar con alguien, o aprender. Al lado hay un nombre: Gimmy Lee. Sólo conozco una persona que se ponga notas en las que diga “aprender” (y soy yo, me pongo “aprender inglés”…). La tía está rica, se hace la pedicura y la manicura, no necesita apuntarse ligar con Gimmy Lee. Simplemente, se apunta por segunda vez que ha de recoger el pack. Fácil, marca Gimmy Lee. J
- Además, Amanda no ha llamado a Joan.
- Y, por último, no ha comprado tampones. Bueno, ¡ya tiene un pack!

Por último, hago notar la cantidad de pentáculos que hay garabateados por toda la lista, unos tachados y otros no. Creo que aún anda preguntándose de qué leches iba todo eso del Código da Vinci.

En el fondo, es fácil rehacer el esqueleto mental de una persona partiendo de su lista de cosas. Mi retrato robot es el siguiente: actriz porno de Los Ángeles que ha venido a pasar unos días a Nueva york. Fue a ver el Código da Vinci con Gimmy y no entendió un pimiento. Rubia ella, se olvidó de llamar a su mejor amiga Joan. Era prioritario hacerse la manicura y la pedicura pero se pasó todo el finde jugando con su nuevo pack, ya que había visto el capítulo de Sexo en Nueva York en el que Samantha se compra su juguetito. No parece una lista de lista pero si alguien tiene un análisis mejor que me lo haga saber. Jeremy coincide plenamente conmigo.

Por cierto, es la hora de que yo también haga mi lista de lista de cosas. Como tengo varias listas, necesito una lista raíz. Así de complicada es mi vida. De auténtico tonto.

Monday, August 14, 2006

Stingy Weekend

LO DEL perro ya huele. Empieza a apestar en este blog por recurrente. Smelly Dog. Empieza a viciar el aire de mi existencia desde primera hora de la mañana. ¿Este perro vio la final Italia-Francia o lo de abrir puertas a cabezazos le es innato? Empieza a heder en esta casa que da gusto. ¿Dónde cagas, cabrón?

Mister Big se ha incrustado en mi rutina. Hasta duerme conmigo. Preguntas frecuentes: ¿Por qué no cierras la habitación? Porque no le vale un NO por respuesta. Tiene un extraño efecto Memento en su memoria. Después de estar un minuto entero tratando de abrir la puerta, para. Pero para sólo un segundo. Luego vuelve a emprenderla con la puerta otros sesenta segundos. Es el sistema 60-1-60-1. Si no abres se está así hasta que vuelva Wendy.

Por supuesto, dormimos separados. Como aquella vez que dormiste con esa tía y estabas saliendo con tu novia. Ella durmió tapada con la manta y tú dormiste por encima. Claro. Nosotros igual. Hasta que éste comienza a tiritar de frío y le hago una especie de manta suplementaria.

FAQs: ¿Por qué no le bajas al suelo? Por el mismo efecto Memento. Podemos estar toda la noche jugando al juego de yo te bajo al suelo, que cuando apagas la luz yo vuelvo a subir a la cama.

El perro ha de salir a pasear tres veces al día. Y si no caga cuatro veces en ese rato, malo. Muy malo. ¿Qué os voy a contar a los que tenéis perro? Desde el jueves, Mister Big vive sólo conmigo. Sólo me tiene a mí en este mundo. Una en Europa. Otro en Ohio. Yo me quedo el finde para cuidarle en Brooklyn. Preguntas frecuentes: ¿y por eso pagas 600 dólares al mes? Sí, me gustan los perros, ¿qué pasa?

Pero de esas tres veces una ya no es a las nueve de la mañana, nooo. Porque yo no me levanto a esa hora ni para ir a trabajar. Ahora se pasea a las 12, a las 20 y a las 23. A ver qué pasa.

Así que los ratos libres que me deja “esta cosa que es lo que más quiero en el mundo” me voy echando leches a Manhattan. Tras la estupidiaria jornada del jueves, hoy he exprimido la manzana que da gusto. Y todo por cero dólares. Al final me voy a ganar la fama de agarrado por culpa del blog pero gastar cero zapatero en Manhattan durante todo un día es de ciencia ficción.

Primera parada: pick-up (pachanga de fútbol) en Chinatown. Los incrédulos que comprueben la crónica en el New York Times pero lo siguiente es verídico: cinco minutos de pachanga, cojo un balón en el centro del campo, gambiteo como hacía tiempo, regatito Laudrup y disparo cruzado, ¿dónde?, donde pastan las vacas (a césped sintético, vacas sintéticas). Una especie de borracho-público-espontáneo-speaker ha cantado, textualmente: “Golaaaaaaaaaaaaaaaso”. “Pooooower español”, también se ha oído. No marcaba desde el invierno. Crecido como estaba, he asistido de un tazonazo al delantero rival, nos han marcado gol y nos han eliminado. Es un comienzo, al menos.

Cinco de la tarde, los museos del Midtown son gratis o casi gratis. Sueltas tu donación para el museo y entras hecho un mecenas. Vamos, que gratis. Hoy, sin embargo, me sentía in the mood for helping the Internacional Center of Photography. Dos dolarazos. He añadido que sólo tenía tárjeta de crédito, para no quedar mal con un tipo al que no volveré a ver ni con Eterno Retorno. El de delante, un alemán, ha hecho lo mismo.

Unas fotos diminutas de Weegee y una absurda comparación entre un artista contemporáneo y Eugene Atget más tarde, me iba con cara de “me han timado a pesar de haber pagado 2 pavos” cuando me he topado con un fotógrafo coreano llamado Atta Kim que me ha impresionado (era otra exposición, no un turista muy amistoso). Su gusto por las fotos en movimiento tenía su explicación. En el caso de La Última Cena (made in Korea), el artista trata de preguntar al espectador quién fue Jesús, Judas o Pedro. Y lo hace superponiendo varias fotos del mismo personaje. La imagen, de unos 8 metros por 2, impresionaba.



El MOMA los viernes es gratis así que he entrado a beber agua. Cubiertas las necesidades primarias, me encuentro que a mi lado están Hopper y Magritte, Duchamp y Picasso. Tengo media hora, ¿por qué no? Supongo que es la sensación más maravillosa de todo el fin de semana. Disfrutar como un loco de todo lo que un museo puede ofrecerte sin las incomodidades del propio museo, que yo resumiría, simplemente, en hacerte a la idea de ir a visitar al museo. Pero una vez allí, como un regalo, te encuentras lo que no habías ido a buscar. Creo que es de verdad la primera vez que disfruto viendo un cuadro tras otro. Sin la obligación de tener que ver y disfrutar todo, hasta el puñetero arte sunita. Sin ir a esta u otra sala para ver EL CUADRO. Así, uno tras otro, han ido viniendo a mí, y no yo a ellos, salvo en el sentido físico de caminar de sala en sala,

Y la mejor sensación, dentro de la anterior, ha sido este cuadro de Hopper, Night Windows. Se me da muy mal explicar pintura, supongo porque es algo absurdo de explicar. Si fuera por mí, tal vez explicaría este cuadro sin comas. O en el lenguaje de los sordos. Tal vez lo explicaría, si supiera, pintando otro cuadro, pintando como un loco, como Pollock. Pero lo maravilloso es que alguien lo explicó antes por mí. Fue Salinger en El Guardián entre el centeno. Otra maravillosa coincidencia me hizo leer unos minutos antes en el metro un fragmento en el que Caulfield se hospeda en un hotel de pervertidos. Esa pintura es exactamente el fragmento del libro. O mejor dicho, el libro recorre cada sensación de la pintura, pues es posterior a ella.


After he left, I looked out the window for a while, with my coat on and all. I didn't have anything else to do. You'd be surprised what was going on on the other side of the hotel. They didn't even bother to pull their shades down.

El resumen, creo, es que todos llevamos dentro un voyeur. Hay gente que comprende su enfermedad y saca fotos, como yo. Otros la disimulan viendo cuadros en un museo. Leer a Salinger y ver los cuadros de Hopper le alivian a uno de esta incurable y ¿maravillosa? enfermedad… La obrita de teatro -¡gratis!- en Central Park ha finiquitado el día con una sonrisa de oreja a oreja. Ah, y llegando a casa, otro regalo: los quecos que adornan la estación del metro en la calle 14 con la 7 Avenida. A riesgo de ser un poco amanerado diré: “para comérselos” (ya está aquí el amanerado agarrao). Al llegar a Brooklyn, de hecho, ya eran las 00:10. He dado un último paseo al perro y me he puesto a escribir. Un pensamiento ha ido bullendo en mí: el perro no ha cagado. La casa huele rara. La habitación de Wendy abierta. Cuando te temes lo peor, por lo general, sucede lo peor.

Si has llegado leyendo hasta aquí, te mereces un premio en forma de pregunta y respuesta frecuente: And… sex in the city? No, in the room…

Friday, August 11, 2006

Iran-Contra

Esta tarde, sin nada mejor que hacer en todo Manhattan, me he puesto a jugar al ajedrez por Internet. Digamos que un aguacero, un perro inútil y un bolsillo agujereado me han impedido disfrutar de la City. Así que por casi cero dólares, que no es mucho, le he dado culto al intelecto.

Los americanos, a excepción de los descendientes de Bobby Fischer, yo creo que no juegan a esto. Se saben al dedillo las reglas del Béisbol y del Football pero no saben mover un peón en diagonal. Así que casi todo el mundo en el chat era europeo o asiático. Mi primer contrincante ha sido Teherani19, toda una incógnita para mí saber de dónde era el tipo en cuestión. Pero por si no estaba claro, antes de empezar con su defensa Caro-Kahn, me ha retado de otra forma:

“Go Iran?”
“¿Cómo?”
“Sí, sí, no te hagas el suizo. Que si Go Iran?” (traducción libre)

Silbando, le he respondido que Irán ha hecho un poco el ridículo en el Mundial, lo mismo que España, así que “no Go Iran” y “no Go España”. Vale? Enga, juguemos al ajedrez, como hacían los moros y cristianos cuando Mahoma era un chaval.

“Go USA?”

Hostias que va en serio. ¿Podrá detectar mi IP americana? ¿Podrá mandarme uranio enriquecido por e-mail? ¿Qué contesto? “No. No Go USA ni go Iran”.

El caso es que ahí se me ha parao el iraní. Con dos huevos de caviar.
“Que digas Go Iran”.
“Que no”.
“Que lo digas”.
“Que no digo na”. De hecho, si lo traduces al español se queda en un “Ir Irán…” algo escéptico. Bueno, pues tras mi negativa me ha cambiado el formato del minichat y me ha dedicado unos caracteres árabes, lo mismo que cuando Filemón persigue a Mortadelo y jura en arameo. Fin de la historia.

El asunto me ha dejado algo impactado. El perro, yankee él, ha comenzado a ladrar, y a mí todo esto me ha recordado un poco a lo de los Juegos de Guerra. Me he imaginado a Deep Blue convirtiéndose en Deep Impact y he tenido una mini pesadilla en estado de vigilia. Afuera, continuaba cayendo un chaparrón. Lluvia y buscar porno en Internet no me ha parecido lo suyo, así que me he cambiado de sala de ajedrez y he seguido jugando.

Entonces es cuando ha irrumpido en mi tablero Sweetdollar. Mecánicamente, hemos comenzado a jugar al ajedrez. Sin decir nada. Sin presentaciones. Sin mirarnos a la cara. d2d4. f7f5. b1c3. Era excitante. Una partida. Y otra. Y otra más. Y siempre ganaba el que llevaba negras. Como un asalto a la lógica de la inteligencia de ambos. No ha habido gambitos ni jaques pastor. Ajedrez puro, como lo jugaba el que lo inventó.

Enrocados entre mil partidas, hemos perdido la noción del tiempo. Hasta que hemos mirado alrededor. Todo el mundo se había largado. Los chinos, los indios y los rusos. Y el de Teherán. No había nadie despierto en todo Internet. Y solo quedaba un tablero de 64 casillas, ocupadas por 16 fichas blancas y 16 negras. Era tan tarde que dudé si jugaríamos la última partida. Estaban a punto de abrir de nuevo Internet y me daba vergüenza que nos pillaran aún jugando. Completamente indeciso, he elegido negras, para no tener que decidir si comenzar la partida o no. Así, por última vez, he tomado mi asiento. El de las blancas aún estaba libre. Sweetdollar seguía callada, sin salir de la habitación pero sin sentarse en la mesa. Mi pulso, para ser una partida de ajedrez no empezada, latía con mucha fuerza. Por fin, con intrigante lentitud, se ha sentado en el tablero. De nuevo estábamos los dos frente a frente. Solos. Ni un alma o virus en millones y millones de gigas alrededor. Sólo faltaba que comenzara la partida. Y una vez comenzada, daba la sensación de que tendríamos que jugar al ajedrez durante toda la eternidad. Por eso, creo que Sweetdollar lo ha pensado mejor. Quizá quería tomar conjuntamente una decisión tan importante. Así que ha levantado la vista para mirarme. Éramos dos esfinges, casi cegándonos de pensamiento. Y en un susurro, besando las palabras letra por letra, me ha dicho:

Sweetdollar says:

“Go Iran???”

La tormenta ha parado, Mister Big. Vamos a dar un paseo que me estás volviendo gilipollas.

Wednesday, August 09, 2006

What's up, doc?

DOCTOR, TENGO un problema.

Siéntese. Dígame.

Desde hace unos días, ya no tengo erecciones matutinas al mirar al Empire State Building. Al pasar por Central Park, ya no me lanzo corriendo hacia el parque ni me pongo a retozar en el Meadow. Ya no me siento atraído por las luces de Times Square. Hay días en los que ni siquiera recuerdo que vivo en Nueva York. Ayer, por ejemplo. Me pasé toda la tarde con mi compañero de piso grabando un CD y ni por un momento pensé que a dos kilómetros estaba Manhattan, con todo su sexo y glamour.

Ajá…

A veces pienso que sería mejor estar en Mongolia. Allí hay mongoles, ¿sabe?

Aquí también.

O irme lejos, muy lejos.

¿Volver España?

No, muy lejos de España también. A la Antártida.

A los polos les quedan dos veranos.

A Hawai entonces.

Hmm.

Decidido.

Es la hora. Trabajemos en lo de Mongolia y en lo de Hawai.

No vuelvo al psiquiatra. En todo caso, esto es algo que se suponía. Tras el envoltorio inicial, toca encontrar la ciudad. Supongo que éste es el trabajo más difícil. Y no se debe hacer sólo. Así que me he ajuntao con unos. Gallega, ponferradina, madrileño y catalana. Al principio creía que eran cuatro gilipollas con dinero. Ahora, simplemente, tienen dinero. Y eso es bueno, porque ya no son gilipollas. Y bueno, porque tienen dinero.

Cumpleaños de una. Lugar elegido para celebrar los veintitrés años de esta chica y sus cuatro mejores amigos en cinco mil kilómetros a la redonda: Tavern on the Green, en pleno Central Park. El típico sitio tan caro en el que no te sientes bien tratado a no ser que te menosprecien como es debido. Es decir, la elegancia por el maltrato. Algo así, vaya, aún sigo dándole vueltas a la cabeza. En los baños hay un cepillo con unos doscientos dólares en propinas. Cada vez que meas, un dólar. Aquí te acuerdas de tu petaca. No por el whisky sino por mear dentro y evitar la propina. Yo soy un meón y aún no me dan pena los sueldos de los camareros americanos. ¿El Chardonnays es un vino? Pues eso hemos pedido. Y Rissoto con pollo. O pato o algún bicho susceptible de coger la gripe aviar pero aún en su sano juicio. Conversación: crítica del español caído. Es decir, acoso y derribo contra el murciano que nos acompañó en la última noche. Más tarde, baile hortera en medio de la terraza en medio del restaurante que está en medio de Central Park, justo al lado de Strawberry Fields (Forever?). Cocktails varios. La impresora de la caja no da abasto. Clinc, clinc, clinc, clinc. Cuatrocientos y pico dólares. Espera, que voy al baño. La del cumpleaños se empeña en invitar. El madrileño, hijo de alguien, se lo prohíbe terminantemente. Para ser honestos, últimamente me da pereza discutir por quién paga una cuenta de cuatrocientos pavos. Me parece de poca clase. La discusión la gana la homenajeada y paga la cuenta. Y la propina. Yo pago la siguiente ronda de cocktails. En España me daría para poner gramo y medio de alas de mosca a mis amigos. Sin la propina.

La abogada criminóloga, casada, propone que el resto del grupo, dos chicos y dos chicas, bailemos una especie de aria que el pincha ha elegido para suceder al Macho Macho Man. La gallega lo vale. Mi ritmo lento y pesado no. Los pisotones, en todo caso, siempre fueron motivo de acercamiento.

Aquellos maravillosos años más tarde, abandonamos la Tavern on the Green (traducción personal: montados en el dólar) y con unas tímidas risas de pandillita neoyorquina buscamos un garito más íntimo en el que acabar la noche.

Lo sé. No es para siempre. No somos una pandilla y no he escrito la mejor dedicatoria de mi vida en la tarjeta de cumpleaños. Pero todo forma parte de la ecuación. Lejos de casa, te aferras a lo primero que pasa. Así que tras sólo cinco horas de convivencia ya sé que la abogada se casó a los nueve días de conocer a su marido. Que a él le tuvieron veinte horas retenido en el aeropuerto de Frankfurt y le hicieron un tacto rectal. Que la del cumpleaños sufre pedos vaginales. ¿A quién le importa si es verdad o mentira? Supongo que todo sigue formando parte de la opereta que nos hemos montado. Entre tantos extraños, tan lejos de ti mismo, tú eres todo lo verosímil que el personaje que te quieras montar.

Por mi parte, mi personaje no aporta nada nuevo en Nueva York. Escucha y analiza con ironía interior. Exterior también pero muy suave, no sea que dejen de ajuntarme. La gallega tampoco ha inventado nada. Y yo me he conformado con hacer comentarios paralelos a las diferentes historias de cada uno. Cada uno con su rol. Lo de los pedos vaginales, por inocente, tiene todas las de ser verdad. A los veintitrés, supongo, aún no diferencias bien si contar lo de que se te abre la vagina cuando te pones nerviosa o lo de que eres algo impuntual.

Mientras tanto, lo que más se parece a mi única realidad iba emborrachándose en casa, siguiendo su programa de medicación contra los sentimientos previos a un viaje de enamorados. Enrevesado sí, como solo el amor puede serlo. Hoy, incluso, con valium. Y en medio de una de esas historias para sí dormir, me ha mandado un mensaje: “I am so good…” De alguna manera, he echado de menos a Jeremy. Hemos pasado las últimas horas juntos preparando el maldito CD de música biográfica para Joy (yo opinaba acerca de las transiciones, y según Jeremy, ¡soy bueno!).

Ahora duerme, junto a Mister Big, la penúltima noche antes del viaje de su vida a Cleveland. Allí le dirá a Joy que quiere vivir con ella. Si no para los restos al menos lo que duran muchos peces de hielo en muchos whiskys on the rocks. Así que en dos semanas igual no vuelvo a verle el pelo. Y eso que es la realidad más concreta con la que me enfrento a diario. Se me hace raro pensarlo. Supongo que por eso lo escribo, como medicación, en el verdadero diván que ha ido convirtiéndose este blog los últimos días.

Es la hora.

Monday, August 07, 2006

Phts











DURO DÍA para los habitantes de la casa. Tras buscar en Chinatown un regalo para Joy, cuatro horas de grabación de una cinta romántica. Para Joy también, claro. Mientras decidimos si los beta band son adecuados tras let it be, hago el haraquiri a algunas fotos de la jornada en el Phtshp. No tenemos claro que la cinta tenga ritmo. Y lo mismo con las fotos. Derrotados, nos vamos a dormir.

Escribo un ratito


ACABO DE ver una rata en la cocina. Eso o las cucarachas han pegado un estirón. O hemos clonado al perro por error en el microondas. No, Mister Big está en el salón sobao. Era una rata. Joder. No sé si irme a dormir a un hotel o dejármelas largas. Mira, que se meta una cucaracha por una raja del edificio pasa. ¿Pero una rata? Hay un ruido en la cocina. Mr Big se despierta y va para allá. Soy un cobarde. Si el perro muere que muera pero yo me quedo en el salón. ¿Muerden las ratas? Esto es superior a mis fuerzas, voy a fumar algo y me voy a dormir. Sólo espero que sea una muerte lenta...

Saturday, August 05, 2006

Belleza y poder

VOY A contar la noche en la que casi me muero de aburrimiento con 150 dólares en los bolsillos.

Cervezas con Jeremy. The Who, Radiohead y los Jefferson Airplane de fondo, hasta parece que sé de música. Vivo en Brooklyn pero he quedado en la otra punta de Manhattan en menos de 19 minutos. Aún así, sólo llego 7 minutos tarde. Mi colega de farra, Javi, murciano, abogado dueño de su propio gabinete, llega veinte minutos tarde. Españoles.

A él le apetece picar algo antes de tomar unas copas. A mí también. Perfecto. El primer sitio que vemos no es precisamente un Macdonalds. "Markt", un restaurante cuya especialidad son las clavadas y las gambas, cinco gambas para ser honestos. O exactos. Además, Paté y ensalada de endivias, que pido en un correcto francés al camarero gay. El nombre del plato viene en la carta pero sirve para impresionar a Javier. Mal hecho. Él contraatacará durante toda la noche en una lección constante de Belleza y Poder. El vino, un rose, “Peregrino”. “Qué dices, tío, este vino tiene que saber a Don Simón”, me espeta el abogado, “sólo vale 10 dólares!”

“No”, aclara el gay, un griego, curiosamente, llamado Costa, “10 dólares el vaso. La botella sale a 40 más o menos”. Eso ya es otra cosa. Sírvala, por favor. Dicho y hecho, con el parapeto correspondiente. Cuando pagas 40 dólares por una botella de vino siempre te encanta que lo pongan en el recipiente fálico con hielos para botellas caras.

Durante la cena, Javier pide constantemente a los camareros que nos rellenen las copas de vino. “Para eso están”. La conversación discurre, de hecho, por esos derroteros. Yo pago, tú sirves. No me importa gastar dinero, pero no me gusta que me tomen por tonto. Dinero, dinero, dinero. Palabras, palabras, palabras. Me comenta que el otro día invitó a una botella de champagne impronunciable a unas españolas en una discoteca. Un cargo de cien mil pesetas. ¿Ya sería menos? No, no lo creo. Al día siguiente las tías no le avisan para ir a una misa en Harlem, algo que constituye para él un evidente signo de falta de inteligencia. La frase, diossss, ¿por qué no la apuntaría?, fue maravillosa. Algo así como “estas tías es que son retrasadas, no retrasadas de idiotas sino de gilipollas. Aprovéchate de mí. Joder, gasta mi dinero, pero hazme un poco la pelota”. Amos, el discursito de Richard Gere en Pretty Woman protagonizado por un español. Nuestro verdadero sueño.

Es la hora de la cuenta. Todo apunta a que va a ser cosa de una sola persona. El que desenfunde más rápido con su VISA paga. El picapleitos y yo nos miramos a los ojos, nos tocamos los bolsillos, sudor… Hey, hey, ¿¿¿dónde está mi VISA??? Javier gana y paga la cuenta. Uff. Además, suelta 20 dólares de tip y le pregunta al gay (según él era gay. Y sí, era gay): “¿Esta propina es para ti o va para todos los camareros?” De hecho, va para todos los camareros. “Vale, pues toma estos 10 dólares para ti, por majo”. Tú pagas, no te voy a discutir ni un céntimo.

La verdad, el camarero ha sido muy eficiente y nos ha recomendado un par de discotecas de la zona, el Meat Packing District, ya hablaré otro día de este interesante barrio. Así que vamos a "Lotus" a primera hora. Tiemblo, me toca pagar. Hay cola. La primera inspección la pasamos ahí ahí. Yo voy con camisa a cuadros, correcto, sin más. Javier lleva una camisa pasable… si le miras a la cara. Si te das la vuelta, tiene una diana estampada en el lomo. En fin. Gracias a dios, estas inspecciones visuales se realizan solo por la cara A, por detrás ya puedes llevar serigrafiada una foto de los cuñaos que les va a dar igual. Segunda prueba: ID’s, fácil. Tercera prueba: esperáis la cola. Uyyyyy, por aquí Javi no pasa. Acostumbrado a Gavana (es con uve?) como está, no le gusta de-esperar colas. Se acerca al portero y en voz baja y sensual le comenta nuestras intenciones: coger una mesa y gastarnos mucho mucho dinero en champagne. Por una parte, me entra vergüenza ajena pero por otra me acojono, ¡me toca pagar a mí! “Amigo”, le dice el bouncer, “gástate lo que quieras cuando estés dentro, pero ahora esperas la cola”. Cuarto de hora después, toca pagar. Hagamos esto lo más rápido posible. Vale, no tanto. ¿¿¿60 dólares??? ¿Y nos dais unos cacahuetes o algo? Sí, claro, este precioso flyer para que nos hagas publicidad. Las bromas son previsibles. Por 60 dólares seguro que blablabla…

Y dentro el garito está bien. Lo que esperas, al menos, de un sitio por el que pagas 60 dólares por entrar. Niñas monas y de diferentes nacionalidades (fundamental) y ronda de copas que el Adarve (Ávila), Pachá (Madrid) o toda la calle principal de Puerto Banús a su lado es como ir de tapeo por Granada. Una vez dentro, lo más reseñable fue lo de esta chica india con nombre de arroyo de la montaña pero sin punto en la frente. Se acerca a mí, me coge las manos y me da un abrazo. Sin mediar palabra. Yo trato de ponerle los puntos sobre las íes. “Ehhhh eh eh, qué haces?” Reacción sorprendente en mí, la verdad. Me dice que darme un abrazo, que necesita un abrazo y que me ha elegido a mí para dármelo. “Mira, si yo hago lo mismo, me están deportando ahora mismo tras tus gritos y denuncia posterior”. “Puede ser”, contesta, “pero yo estoy muy buena”. Ya, yo no. Y la verdad es que ella sí. Y luego, ni caso. Me ha utilizado. Ha obtenido de mí el abrazo y no ha vuelto a hablarme. Soy un objeto pseudo-sexual.

Y bueno, más cosas, más dinero, más rondas de copas a 30 dólares, una pelea, una chica a la que se le cae el móvil por la calle y a la que llamamos hasta 10 veces sin darse la vuelta, luego, avergonzada, nos pide perdón y nos da un abrazo (y van dos). Javi, crapulilla, insiste, y antes de que ella se vaya en taxi, se besa con la no-susodicha.

El caso es que llevo casi 100 líneas hablando de mi noche y, aún así, tengo un pesado sentimiento de noche aburrida. ¿Será que pides con vehemencia una noche de desenfreno si te gastas tanto dinero? Desde luego, no tiene por qué ser sinónimo de. Así que en estas noches de vacío y copas con Don Vacío es cuando comienzas a experimentar aquello por lo que viniste a Nueva York, que es más o menos, aparte de vivir esta ciudad y aprender algo de inglés, comprender la maravilla de vida que tienes donde vives, la maravilla de gente que te rodea y las maravillosas cosas que te pasan cada día, y esto no tiene por qué significar “vivir una vida diferente cada día”.

Por cierto, es sábado, son las diez y me voy de nuevo de copas con el abogado de Murcia. Es sólo para echar más de menos aquello ¿vale? De fondo suena el "Sympathy for the devil" y me parece una canción perfecta para acompañar este post. Para comenzar la que, probablemente, será la noche en la que me muera de aburrimiento con 150 dólares en los bolsillos...

Friday, August 04, 2006

Mis colegas mis colegas

DE MUERTO nada. Este perro está muy vivo. A pesar del calor y a pesar de la marcha de Wendy. Sí, dos días jodido y lo que quieras: el tiempo que se tarda en olvidar a la chica de la playa, dos peces de hielo en un whiky con soda, ¿acaso hay algo que no pueda remediarse con dos lingotazos? De hecho, anoche le emborrachamos con dos culines de cerveza. Hoy se ha levantado con algo de resaca pero ya no se acuerda de Wendy, ni aúlla cuando comienza Sexo en nueva York, ni cuando ponemos Bjork. Este perro está muy vivo y hay que seguir alimentándolo.

Así que la vida sigue. Con Wendy y sin ella. Y hay que darle de comer al chihuahua, de beber, jugar con él, tirarle cosas, volver a tirárselas (¿cuánto tiempo seguido puede un perro jugar a esto?), pasearle, y, por supuesto, recoger su caca. “Nooooooo, uy pobre, pero si echa nada de nada”, Wendy said. “¿Lo mismo que si echara dos moquitos?”, bromeé yo. “Jajajaja, sí, sí, dos boogers de nada”. Joder, pues entonces es que Mr. Big tiene un catarro de cojones. Me mira. Sabe que yo soy el que ahora recoge la caca. Y la verdad, no sé si eso significa que él está por encima de mí en la jerarquía de esta casa o por debajo. Supongo que la correa la llevo yo. Y él los pantalones. Como en todas las relaciones que conozco.

Más o menos, ya me he hecho a su rutina. Por las mañanas, cuando Jeremy se va a servir donuts en el Dunkin, Mister Big patea mi puerta hasta que me despierta. Maldita la gracia que me hace, pero no sé cómo se le quita una manía a un perro. Abro la puerta y se echa en mi cama a dormir. Para la edad que tiene (dos=14), ya iba siendo hora de que durmiera solito. Digo.

Nos levantamos, me lavo la cara, cojo las dos benditas bolsas de plástico y salimos a la calle. Es esencial oler cada cosa con forma de falo para luego mear encima o no. Me pregunto cómo puede oler algo en medio de esta ciudad tan pútrida. Sobrenatural. Tras tres meaditas, no suele fallar, caca. Esto, para mí, es asqueroso. Tiene que cagar en movimiento, juntando las cuatro patas, que parece que esté echando una yegua por el culo. Sé que no es algo digno de emitir en el Nacional Geographic pero para mí es como si grabaran a dos murciélagos follando. Pero si es asqueroso a la vista, lo es más al tacto. Lo de la bolsa es que me mata. A veces lo hago mal y iiiiiiiiii, casi toco el moco de Míster big. Venga, lo peor ha pasado. Seguimos caminando y, mientras trato de pensar en flores y amanitas, el perro se para y come una cosa rosa que se ha encontrado en el suelo. Deprimente. ¿Cómo le hago que lo escupa? Mira, yo no ahí no meto la mano. Si se muere, lo replazo, como la marihuana de Wendy.

Volvemos a cagar, ¿¿¿nos quedan bolsas??? Sí, sí, queda una. Mientras acometo mi acción de civismo del día, un hombre con su hijo me espolea: “Good job man, good job, a ver si entre todos tenemos limpia esta asquerosa ciudad”. Y el niño, mientras: “cuando sea mayor quiero tener uno como ese”. Se me han ocurrido tantas cosas para responder sobre un perro como ese que me he atragantado.

En casa, ya a la vuelta, ahora mismo, mientras escribo estas palabras, Mr. Big se sienta a mi lado y se da la vuelta, como una cucaracha agonizando. Y de verdad me entran ganas de espolvorearle con el matamoscas pero se supone que tengo que acariciarle. Su barriga es algo así como lija en aleación con nanas así que no me apetece mucho play “belly rub” con él, uno de los juegos favoritos de Wendy. Pero es que si no, no cambia la posición. Y ahora, de verdad, el sentido de la vista vuelve a ser desagradable. Las razones, obvias.

Ésta es mi relación más reciente en Nueva York: con un chiuahua castrado que cada vez que pienso en él o escribo sobre él me salen cincuenta arrugas en la cara. Y sin embargo, me es entrañable (recuérdese la raíz de la palabra: viene de entraña).

El que lleva mal la suya es Jeremy. Echa muuuuuucho de menos a Jay y está muyyyyyyyyyyyy enamorado. Cuenta los días que le quedan para ir a verla a Cleveland, y, mientras tacha horas en la pared como un recluso, engulle todo tipo de cervezas hasta que finaliza el día. “Es mi medicación”, dice. “Es mi dedicación”, le digo, en clara referencia al hobby que comparto con mis amigos españoles. Tampoco tengo otros, todo sea dicho (amigos, no hobbies).

Y es que esta semana ya me había decidido a echarme unos colegas foráneos en la Escuela. De hecho, cada tarde me ofrecen un plan: Brooklyn, Empire, Fantasma de la Ópera, una estúpida discoteca en la que bebes cerveza mientras montas en patines (no sé hacer bien ni lo primero ni lo segundo), etc, etc. Y claro, me ven entusiasmado y con ganas de vivir locamente Nueva York. Así que constantemente me animan a ello. Pero siempre los rechazo. “No puedo”, les digo, “tengo un perro”. Y vuelvo a Hewes Street Station donde, ya en casa, Mr. Big me espera vivito y coleando, pronto ha olvidado quién fue Wendy S, aquella chica con la que se daba el lote.

Tras tomar una dosis con Jeremy y jugar un poco con Mister Big: Miami Vice, estreno en cines en España hoy, precisamente. Si alguien va a verla que me la cuente que no me he enterado de mucho. Me interesaba más el público que la pantalla, a decir verdad. Ha sido curioso. He llegado de los primeros a la sala y mientras leía el New York Post (algún día hablaré de por qué èste periódico cuesta 25 centavos), observaba con cautela cada tipo, pareja o trío que llegaba al teatro. Y... un negro. Otro negro. Negro y negra. Negrito, negro, negra. Familia negrita. Renegrito. Blanco y blanca. Ah, no, se van, esto no es Super Ex Girlfriend. Negros, negros, negros. Más negros que un instituto (jaja, lo siento). Nueve negros en un trigal. Otros tres más. Si hubiera traído a mi abuela a este cine me la monta, menos mal que no le gustan las películas de acción. Dos negras. Joder qué negras. El Negro. Al final, y con los trailers (6) finalizando, han llegado una pareja blanca y una especie de blanca con otro negro. No es que estuviera asustado ni nada, ni asqueado, por supuesto, nada de eso, pero me ha extrañado muy mucho esta selección natural para ver una película que, opino, no es de blancos ni de negros. Bueno, pues luego todo este público no ha parado de “interactuar” con Miami Vice. Cada muerto, cada balazo, cada onza de vísceras, era vitoreado, aplaudido, gritado, chirriado y ovacionado por la multitud. La peor con creces era la negra con voz de Whitney Houston a mi lado. Pero Whitney, joder, si sabes que a ése se lo cargan fijo, ¿¿¿por qué hostias tienes que pegar ese grito??? La peli es de Michael Mann, no está mal, creo, tiros y eso, algo de intriga necesaria en las escenas de acción, un par de trucos de guión muy interesantes. Vale. Pero no es precisamente el neorrealismo italiano en imágenes. No es cómo si se estuvieran cargando a tu vecino de enfrente estando tus hijos delante.

He pensado mucho durante mis dos horas de vuelta a casa sobre esto. Precisamente, por eso han sido dos horas de vuelta a casa, me he perdido. Y he coincidido conmigo mismo en que los negros viven más el momento. Conclusión semejante tiene mucho de peligroso. Por ello, no puedo comentar qué conclusiones secundarias he obtenido partiendo de esta premisa. Seguiré pensando en ello mientras pierdo trenes nocturnos. Mientras paseo a Mr. Big. Y, por supuesto, lo debatiré con mi amigo de medicinas Jeremy. Uno no español, dicho sea de paso.

Wednesday, August 02, 2006

El poder y tal

WENDY SE ha largao. Justo el día que lo de Fidel y su colitis. Se ha fumao con nosotros el porro de la paz y ha emigrado por un mes, dejándonos a nosotros con el muerto. Me refiero al perro, que desde que Wendy se ha ido está más triste que La dama de las camelias. Qué panorama. Jeremy y yo despidiéndola a la puerta de casa con el perro aullando a la luna. El chófer dominicano. La noche cayendo sobre Brooklyn. Los grillos. Un crujir tras la basura: se pueden oír las ratas entre la nada. Absoluto silencio. El taxi azabache desaparece por Union Avenue, ya no se ve la mano de Wendy diciendo adiós… al perro. Jeremy y yo nos miramos. SHHHHH. ¡¡¡Fiesta!!!

Ahí, el dibujante underground de esta historieta nos pone a ambos una sonrisa de oreja a oreja. Somos el Joker recién clonado. Maldad… Los dos bromeamos. Jeremy: “Hey, ¿pateamos al perro?” Yo: “Vienen de camino unos colegas a la fiesta oficial de inauguración de la casa”. A los dos nos cae bien Mr. Big (perro) y sabemos que no haremos una fiesta (al menos por hoy) pero se respira diferente en el número 387 de la calle 4 Norte, Williamsburg, Brooklyn, Nueva York, la Tierra. Un nuevo orden mundial en medio del culo del mundo en la capital del planeta. Suena raro. Suena perfecto.

Tras el vacío de poder, Jeremy ha tomado el mando. Se ha sentado en el sillón de la jefa y, acariciando el cuello de Mr. Big, ha sentado las bases de lo que va a ser el mes de agosto. Al perro se le puede pegar a veces, qué hostias. No hay por qué limpiar cada puñetero vaso una vez has acabado tu cerveza. ¿La limpieza?, pregunto. No ensuciemos, obtengo por respuesta. Genial. El tío está encantao. Y yo, la verdad, encantao de ser un súbdito de la Nueva República de Williamsburg. Aclarado esto, nos hemos quitado los galones y hemos tenido nuestra primera conversación de verdad. Cómo se dice cubana en inglés, cómo traducir al español “to make a cyclope”, el tornado, etc, etc. Todo ese vocabulario que, en suma, te hace amar un idioma. Caca culo pedo pis, el principio de una amistad, los cuatro jinetes que acercan los pueblos de este mundo.

Para acabar, nos hemos fumado las últimas existencias de weed de Wendy, escondidas debajo de su lingerie. Vete a saber cómo, Jeremías sabía el escondrijo. La ecuación se va dibujando en cada bocanada de porro: cuanto más fumado, más sincero es mi nuevo jefe. Tras nuevas franquezas, esfumada ella, fumados nosotros, acabamos el día viendo un thriller ambientado en medio de una escuela, poblado de adolescentes, de madres, de tutores, de aprobados y suspensos. Y aún así, auténtico cine negro, muy recomendable: Brick. Jeremy me da las gracias por contarle lo del macguffin mientras recuerdo mi “exitazo” en radio el día que lo conté allí. La felicidad del nuevo orden mundial parece ligada al Camel de Jeremy. Al dealer, vaya. Ya es un día menos. Veintinueve sólo para que vuelva “Daiana”. Como en V, tal vez entonces desaparezcan las ratas. En Brooklyn, la resistencia.

NYC Confidencial: me cuentan que la vicepresidenta se ha casado cerca de Ávila y que la afortunada es María Escario. ¿Qué tendrán las presentadoras de TVE que tanto atraen al poder? Esperemos que algún príncipe europeo se fije en la infumable del Rondo y así Lourditas se case. De penalti. Si Sarah Ferguson se lleva al Rivero o al Guasch tampoco pasaría nada.

Tuesday, August 01, 2006

The blackout

HOY HEMOS tenido apagón. La ceniza de Wendy andaba dando sus últimas instrucciones antes de perderla de vista por un mes. Tras explicarnos que vendrá una chica de Florida, que demos de comer al perro y que la paguemos por anticipado, ha profetizado: cuidado con los apagones. Y apagón. Jijiji, jujujá. Qué gracia. En los apagones, por lo visto, sales al pasillo, que ahí sí hay luz. Y comentas con la vecina -esa a la que por la mañana simplemente gruñes con desafecto- qué tal te va la vida y “¡¡¡qué guapa estás para ser un lunes por la noche y estar en casa!!!” En todas partes cuecen falsas.

Mi hermana me dice que pal 2015 vamos a estar jodidos de energía. Que aproveche ahora. En clase hoy hemos comentado cómo nos recordarán dentro de mil años. Yo he comentado con cierta aprobación que seremos los tíos que se cargaron el planeta, y he utilizado el verbo “break”. No me ha salido otro. Lo cual, supongo, le ha dado a mi speech un toque de ternura gracias al cual ha salido beneficiado. El suizo que estaba a mi lado me ha dicho por lo bajini que son los americanos los que se están follando a la Madre Naturaleza. Por supuesto, enseguida he asentido con arrojo. No quería que notara mi rubor al recordar que España compra derechos de emisión a países del Tercer Mundo por más de 3.500 millones de euros. Por lo visto, (esto, obvio, lo he buscado más tarde en Internet), urbanismo y transporte serán responsables del 40% de las emisiones en el año 2010. Vaya, da que pensar, ¿no?

Como dice Pedro J, todo está relacionado. Él habla de la trama del 11-M. Yo, más menos, trato de hablar de la trama contra el planeta. Curioso es que con el calentamiento global y el destape de los polos, o el deshielo, que es casi lo mismo, regiones de la tierra en Canadá y Siberia antes completamente cubiertas de hielo, se convertirán en viveros de nuevas fuentes de energía. Bueno, no nuevas, tan viejas como el petróleo, pero sepultadas antes bajo la nieve. Así, de estos vientos, estas tempestades, ¿o cómo se dice María, que en refranes ando fatal? El petróleo llama al petróleo. Como Sauron al anillo. Como Marbella al ladrillo. Como la Montiel al pitillo.

Lo último era para bajar tensiones, que si uno se pone a pensar de verdad en estas cosas acaba dirigiendo una película como “El día de mañana”. Alguien dijo hace poco que ESO podría pasar. La ficción y la realidad últimamente andan de lo más igualadas. Y en la foto finish gana la realidad. Con doping o sin doping.

Recuerdo ahora también aquel power point que ruló por Internet y que profetizaba un futuro próximo sin apenas reservas de agua. Y en el que te aseabas con petróleo…
Helaba la sangre. ¿Puede de verdad pasar algo así o, por el contrario, estamos en buenas manos? Yo, de momento, creo en el Tío Sam y lo juro todo por Wall Street. Al menos hasta que un día se caiga la bandera del edificio de la bolsa. Y hoy, lo juro (por Wall Street), a punto ha estao.


En Brooklyn seguimos con el apagón pero mi portátil aún tiene un 22% de energía. Poco a poco, se va consumiendo. 21. La llama del blog se va apagando por hoy. Lo del blackout no tiene visos de mejorar. 19. 18… Wendy sigue hablando en el hall con la vecina. Once por ciento. Parece la luz de una vela, con el último hilillo de luz, la última filigrana de humo jugando por la habitación. 6%... El fuego va a perecer y, todo, por un momento, se va a quedar reducido a ceniza…

¡¡¡LA CENIZA DE WENDY!!!

Ha vuelto la luz hace tiempo Venus se apagó he visto morir una estrella en el cielo de Orión.