What's up, doc?
DOCTOR, TENGO un problema.
Siéntese. Dígame.
Desde hace unos días, ya no tengo erecciones matutinas al mirar al Empire State Building. Al pasar por Central Park, ya no me lanzo corriendo hacia el parque ni me pongo a retozar en el Meadow. Ya no me siento atraído por las luces de Times Square. Hay días en los que ni siquiera recuerdo que vivo en Nueva York. Ayer, por ejemplo. Me pasé toda la tarde con mi compañero de piso grabando un CD y ni por un momento pensé que a dos kilómetros estaba Manhattan, con todo su sexo y glamour.
Ajá…
A veces pienso que sería mejor estar en Mongolia. Allí hay mongoles, ¿sabe?
Aquí también.
O irme lejos, muy lejos.
¿Volver España?
No, muy lejos de España también. A la Antártida.
A los polos les quedan dos veranos.
A Hawai entonces.
Hmm.
Decidido.
Es la hora. Trabajemos en lo de Mongolia y en lo de Hawai.
No vuelvo al psiquiatra. En todo caso, esto es algo que se suponía. Tras el envoltorio inicial, toca encontrar la ciudad. Supongo que éste es el trabajo más difícil. Y no se debe hacer sólo. Así que me he ajuntao con unos. Gallega, ponferradina, madrileño y catalana. Al principio creía que eran cuatro gilipollas con dinero. Ahora, simplemente, tienen dinero. Y eso es bueno, porque ya no son gilipollas. Y bueno, porque tienen dinero.
Cumpleaños de una. Lugar elegido para celebrar los veintitrés años de esta chica y sus cuatro mejores amigos en cinco mil kilómetros a la redonda: Tavern on the Green, en pleno Central Park. El típico sitio tan caro en el que no te sientes bien tratado a no ser que te menosprecien como es debido. Es decir, la elegancia por el maltrato. Algo así, vaya, aún sigo dándole vueltas a la cabeza. En los baños hay un cepillo con unos doscientos dólares en propinas. Cada vez que meas, un dólar. Aquí te acuerdas de tu petaca. No por el whisky sino por mear dentro y evitar la propina. Yo soy un meón y aún no me dan pena los sueldos de los camareros americanos. ¿El Chardonnays es un vino? Pues eso hemos pedido. Y Rissoto con pollo. O pato o algún bicho susceptible de coger la gripe aviar pero aún en su sano juicio. Conversación: crítica del español caído. Es decir, acoso y derribo contra el murciano que nos acompañó en la última noche. Más tarde, baile hortera en medio de la terraza en medio del restaurante que está en medio de Central Park, justo al lado de Strawberry Fields (Forever?). Cocktails varios. La impresora de la caja no da abasto. Clinc, clinc, clinc, clinc. Cuatrocientos y pico dólares. Espera, que voy al baño. La del cumpleaños se empeña en invitar. El madrileño, hijo de alguien, se lo prohíbe terminantemente. Para ser honestos, últimamente me da pereza discutir por quién paga una cuenta de cuatrocientos pavos. Me parece de poca clase. La discusión la gana la homenajeada y paga la cuenta. Y la propina. Yo pago la siguiente ronda de cocktails. En España me daría para poner gramo y medio de alas de mosca a mis amigos. Sin la propina.
La abogada criminóloga, casada, propone que el resto del grupo, dos chicos y dos chicas, bailemos una especie de aria que el pincha ha elegido para suceder al Macho Macho Man. La gallega lo vale. Mi ritmo lento y pesado no. Los pisotones, en todo caso, siempre fueron motivo de acercamiento.
Aquellos maravillosos años más tarde, abandonamos la Tavern on the Green (traducción personal: montados en el dólar) y con unas tímidas risas de pandillita neoyorquina buscamos un garito más íntimo en el que acabar la noche.
Lo sé. No es para siempre. No somos una pandilla y no he escrito la mejor dedicatoria de mi vida en la tarjeta de cumpleaños. Pero todo forma parte de la ecuación. Lejos de casa, te aferras a lo primero que pasa. Así que tras sólo cinco horas de convivencia ya sé que la abogada se casó a los nueve días de conocer a su marido. Que a él le tuvieron veinte horas retenido en el aeropuerto de Frankfurt y le hicieron un tacto rectal. Que la del cumpleaños sufre pedos vaginales. ¿A quién le importa si es verdad o mentira? Supongo que todo sigue formando parte de la opereta que nos hemos montado. Entre tantos extraños, tan lejos de ti mismo, tú eres todo lo verosímil que el personaje que te quieras montar.
Por mi parte, mi personaje no aporta nada nuevo en Nueva York. Escucha y analiza con ironía interior. Exterior también pero muy suave, no sea que dejen de ajuntarme. La gallega tampoco ha inventado nada. Y yo me he conformado con hacer comentarios paralelos a las diferentes historias de cada uno. Cada uno con su rol. Lo de los pedos vaginales, por inocente, tiene todas las de ser verdad. A los veintitrés, supongo, aún no diferencias bien si contar lo de que se te abre la vagina cuando te pones nerviosa o lo de que eres algo impuntual.
Mientras tanto, lo que más se parece a mi única realidad iba emborrachándose en casa, siguiendo su programa de medicación contra los sentimientos previos a un viaje de enamorados. Enrevesado sí, como solo el amor puede serlo. Hoy, incluso, con valium. Y en medio de una de esas historias para sí dormir, me ha mandado un mensaje: “I am so good…” De alguna manera, he echado de menos a Jeremy. Hemos pasado las últimas horas juntos preparando el maldito CD de música biográfica para Joy (yo opinaba acerca de las transiciones, y según Jeremy, ¡soy bueno!).
Ahora duerme, junto a Mister Big, la penúltima noche antes del viaje de su vida a Cleveland. Allí le dirá a Joy que quiere vivir con ella. Si no para los restos al menos lo que duran muchos peces de hielo en muchos whiskys on the rocks. Así que en dos semanas igual no vuelvo a verle el pelo. Y eso que es la realidad más concreta con la que me enfrento a diario. Se me hace raro pensarlo. Supongo que por eso lo escribo, como medicación, en el verdadero diván que ha ido convirtiéndose este blog los últimos días.
Es la hora.
Siéntese. Dígame.
Desde hace unos días, ya no tengo erecciones matutinas al mirar al Empire State Building. Al pasar por Central Park, ya no me lanzo corriendo hacia el parque ni me pongo a retozar en el Meadow. Ya no me siento atraído por las luces de Times Square. Hay días en los que ni siquiera recuerdo que vivo en Nueva York. Ayer, por ejemplo. Me pasé toda la tarde con mi compañero de piso grabando un CD y ni por un momento pensé que a dos kilómetros estaba Manhattan, con todo su sexo y glamour.
Ajá…
A veces pienso que sería mejor estar en Mongolia. Allí hay mongoles, ¿sabe?
Aquí también.
O irme lejos, muy lejos.
¿Volver España?
No, muy lejos de España también. A la Antártida.
A los polos les quedan dos veranos.
A Hawai entonces.
Hmm.
Decidido.
Es la hora. Trabajemos en lo de Mongolia y en lo de Hawai.
No vuelvo al psiquiatra. En todo caso, esto es algo que se suponía. Tras el envoltorio inicial, toca encontrar la ciudad. Supongo que éste es el trabajo más difícil. Y no se debe hacer sólo. Así que me he ajuntao con unos. Gallega, ponferradina, madrileño y catalana. Al principio creía que eran cuatro gilipollas con dinero. Ahora, simplemente, tienen dinero. Y eso es bueno, porque ya no son gilipollas. Y bueno, porque tienen dinero.
Cumpleaños de una. Lugar elegido para celebrar los veintitrés años de esta chica y sus cuatro mejores amigos en cinco mil kilómetros a la redonda: Tavern on the Green, en pleno Central Park. El típico sitio tan caro en el que no te sientes bien tratado a no ser que te menosprecien como es debido. Es decir, la elegancia por el maltrato. Algo así, vaya, aún sigo dándole vueltas a la cabeza. En los baños hay un cepillo con unos doscientos dólares en propinas. Cada vez que meas, un dólar. Aquí te acuerdas de tu petaca. No por el whisky sino por mear dentro y evitar la propina. Yo soy un meón y aún no me dan pena los sueldos de los camareros americanos. ¿El Chardonnays es un vino? Pues eso hemos pedido. Y Rissoto con pollo. O pato o algún bicho susceptible de coger la gripe aviar pero aún en su sano juicio. Conversación: crítica del español caído. Es decir, acoso y derribo contra el murciano que nos acompañó en la última noche. Más tarde, baile hortera en medio de la terraza en medio del restaurante que está en medio de Central Park, justo al lado de Strawberry Fields (Forever?). Cocktails varios. La impresora de la caja no da abasto. Clinc, clinc, clinc, clinc. Cuatrocientos y pico dólares. Espera, que voy al baño. La del cumpleaños se empeña en invitar. El madrileño, hijo de alguien, se lo prohíbe terminantemente. Para ser honestos, últimamente me da pereza discutir por quién paga una cuenta de cuatrocientos pavos. Me parece de poca clase. La discusión la gana la homenajeada y paga la cuenta. Y la propina. Yo pago la siguiente ronda de cocktails. En España me daría para poner gramo y medio de alas de mosca a mis amigos. Sin la propina.
La abogada criminóloga, casada, propone que el resto del grupo, dos chicos y dos chicas, bailemos una especie de aria que el pincha ha elegido para suceder al Macho Macho Man. La gallega lo vale. Mi ritmo lento y pesado no. Los pisotones, en todo caso, siempre fueron motivo de acercamiento.
Aquellos maravillosos años más tarde, abandonamos la Tavern on the Green (traducción personal: montados en el dólar) y con unas tímidas risas de pandillita neoyorquina buscamos un garito más íntimo en el que acabar la noche.
Lo sé. No es para siempre. No somos una pandilla y no he escrito la mejor dedicatoria de mi vida en la tarjeta de cumpleaños. Pero todo forma parte de la ecuación. Lejos de casa, te aferras a lo primero que pasa. Así que tras sólo cinco horas de convivencia ya sé que la abogada se casó a los nueve días de conocer a su marido. Que a él le tuvieron veinte horas retenido en el aeropuerto de Frankfurt y le hicieron un tacto rectal. Que la del cumpleaños sufre pedos vaginales. ¿A quién le importa si es verdad o mentira? Supongo que todo sigue formando parte de la opereta que nos hemos montado. Entre tantos extraños, tan lejos de ti mismo, tú eres todo lo verosímil que el personaje que te quieras montar.
Por mi parte, mi personaje no aporta nada nuevo en Nueva York. Escucha y analiza con ironía interior. Exterior también pero muy suave, no sea que dejen de ajuntarme. La gallega tampoco ha inventado nada. Y yo me he conformado con hacer comentarios paralelos a las diferentes historias de cada uno. Cada uno con su rol. Lo de los pedos vaginales, por inocente, tiene todas las de ser verdad. A los veintitrés, supongo, aún no diferencias bien si contar lo de que se te abre la vagina cuando te pones nerviosa o lo de que eres algo impuntual.
Mientras tanto, lo que más se parece a mi única realidad iba emborrachándose en casa, siguiendo su programa de medicación contra los sentimientos previos a un viaje de enamorados. Enrevesado sí, como solo el amor puede serlo. Hoy, incluso, con valium. Y en medio de una de esas historias para sí dormir, me ha mandado un mensaje: “I am so good…” De alguna manera, he echado de menos a Jeremy. Hemos pasado las últimas horas juntos preparando el maldito CD de música biográfica para Joy (yo opinaba acerca de las transiciones, y según Jeremy, ¡soy bueno!).
Ahora duerme, junto a Mister Big, la penúltima noche antes del viaje de su vida a Cleveland. Allí le dirá a Joy que quiere vivir con ella. Si no para los restos al menos lo que duran muchos peces de hielo en muchos whiskys on the rocks. Así que en dos semanas igual no vuelvo a verle el pelo. Y eso que es la realidad más concreta con la que me enfrento a diario. Se me hace raro pensarlo. Supongo que por eso lo escribo, como medicación, en el verdadero diván que ha ido convirtiéndose este blog los últimos días.
Es la hora.
4 Comments:
Joder Merydiano, falta foto de tu compañia...
Un punto menos.
Por cierto.. ¿de dónde sacas tanta pasta?
te puede putear un anónimo?
La chardonnay es un tipo de uva creo q de la Borgoña con la q se hacen muy buenos blancos.
14 Terreta rosé 2001 6,68
100% monastrell Bocopa
13 % vol D.O. Alicante
Rosso delle Rose 2002 (IGT Sicilia) 9,45 €
13,5% vol.
Nero d’avola y syrah
Cereza granate. Aroma muy mediterráneo, con notas balsámicas, fruta negra madura (mora ciruela), madera cremosa, aceituna negra y fondo floral (violeta). Boca sabroso, maduro, con una ligera punta ácida.
Impresión: un excelente representante del clima mediterráneo, destaca por su complejidad en nariz
4,50 EUR. Este es portugués
rissoto
Se prepara como en el caso de la pasta, a partir esencialmente de un ingrediente – vehículo, en este caso el arroz, básicamente con mantequilla, vino, consomé y queso parmesano, al que se le puede agregar durante su preparación, cualquier sabor a cosa comestible: vegetales, productos del mar, aves, carnes, caza, vísceras, embutidos, hierbas, especias, frutas, vinos, etc
A ver si saco tiempo y te mando un mail con actualidad indecisa. D momento, en el Barraco uno ganado y otro perdido, nos la jugamos en el último
Eh tio, tio. Eres la leche. Vaya crack Salinas!!!!. Me mola un monton lo que escribes. Antes de nada, España- Lituania es a las 9:30a.m hora española, pues lo han cambiado a ultima hora, asi que quizas tengas que madrugar un poco mas. Por cierto, soy Rodro, el de los chistes buenos.
La Boda de Ku fue impresionante, te enviare alguna foto. A hotmail?. Te echamos de menos, sobre todo el Gomez y Ali que para eso de chuzarse les faltaba una pata. Muy buen ambiente, presente a la Goli en sociedad y estuvo encantada. La verdad es que siempre habeis sido mu buena gente y eso se nota.
Me ha molado mucho lo del ajedrez, que Hijo puta el Irani. Espero que siga todo bien. Me gusta leerte, tu eres bueno.
Un fuerte abrazo. Tio, tio.zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
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