El primo Darío
IMPOSIBLE ESCRIBIR si orbitan a tu alrededor un primo, un padre, una madre, un actor enamorado, un perro, ratas y ratones. Obliga a preguntarte quién es de verdad el primo.
Pero hoy miércoles, a las 17h31, se han alineado los planetas para que yo vuelva con esto. Así que ahí van unos highlights:
Días convulsos, o extraños. Días contados. Doce estarán mis padres aquí. Nueve mi primo, que llegó más tarde.
Mis padres, unos listos. Se traen los enseres de mano en una bolsa del DIA, algo que en sí es atentar contra el buen gusto pero a los americanos les parece de lujo: bolsa del DIA = a no terroristas.
Escogemos el taxista adecuado, puro desorden y suciedad. Es a los taxistas guarros lo que Williamsburg es a los barrios guarros. Premonición, deja vu, review, lo que quieras: es como introducir a mis padres en el marranísimo mundo de los barrios cool de este mundo. El taxi, de hecho, está salpicado de facturas, tarjetas de teléfono, callejeros de Nueva York y New Jersey. Sentarse a conciencia es jugársela. Es el Mambo-Taxi de Almodóvar en plena decadencia.
El tipo es negro y callado. Tiene el béisbol a todo volumen en la radio. Le pregunto por qué hay dos ligas diferentes de béisbol. “Sí, hay dos ligas de béisbol”, me responde. No más. El tío es majo de cojones. Seguro que luego se pasa unas risas que te cagas con sus amigos. Pero en el taxi es todo seriedad y personalidad. Si tuviera un coche un poco más limpio lo nominamos a taxista de New Jersey del año.
Para llegar a casa, he de guiarle. Es cojonudo ser taxista en Nueva York. Con saberte ande están Wall Street y Broadway lo tienes hecho. Pero llegamos, a la primera. Mis padres, deslumbraos.
[más tarde me enteraría de que la licencia para ser taxista te cuesta sólo 400 dólares y que con tener un permiso de residencia lo tienes hecho, pasando un examen que aprueban desde senegaleses hasta vietnamitas, ¿por qué no un abulense pura raza?]
Le doy a mi padre sus primeras llaves neoyorquinas, todo un honor. Faltaba el “major” de Bloomberg para cortar la cinta oficial. Subimos a casa pero arriba ya abro yo no sea que Mister Big se les tire al cuello. De cuellos nada. El perro está más contento que unas castañuelas. Lame a mi padre la barba y no para de dar brincos. Lo que nos faltaba, que el perro se volviera hiperactivo.
Les enseño su habitación: les encanta. Al perro también. Se viene con nosotros dentro. Sigue saltando y brincando. En una de éstas cojo y le doy de bolea. El perro, definitivamente, se ha vuelto gilipollas. Igual es culpa de mi madre, que no para de llamarle Mister Smith. "Mamá, que es mister big, no es el príncipe de bel air". "Ay mira lo de mister big no se me queda. Le llamo mister vale?" Por mí como si le llamas Monsieur y le das trato consular...
A Jeremy, eso sí, llámale Jeremy. No, Joost no, por favor. Joost es otro. A éste Jeremy. [El Síndrome de Brooklyn le duraría dos días…]
La familia se completa el sábado, que es cuando llegó mi primo. A las 18,45 ha de aterrizar su avión de la British Airways con inglesa puntualidad. Entonces, ¿por qué son las 22,45 y su teléfono sigue “apagado o fuera de cobertura en este momento”? En estas situaciones es cuando deseas que nada le haya pasado a la persona en paradero desconocido. Pero también necesitas que al menos tenga una buena excusa para no partirle la cara por no haber dado señales de vida. Y la tiene: dos horas secuestrado en Heathrow y la consiguiente pérdida de maletas. De hecho, su viaje en taxi hasta mi casa, una odisea, pobre. Va a fundar otro blog para contarla. O debería.
Siempre tendré su imagen bajando del taxi en fotogramas interrumpidos. Se para, se mueve en su asiento de atrás, saca el monedero, alarga la mano, sale del taxi. Mientras, suena música de jazz… ("como en Desmontando a Harry") Es el primo, es Dani, tu sobrino, mamá. Está vivo y está en Williamsburg. Vamos a abrazarle, Mister Big que le lama, luego le hostio por llegar cinco horas tarde y no tener el teléfono encendido y luego ya que se explique.
Unas horas antes, quedé con mi amiga francesa rescatada del averno de Internet. De otra forma, jamás podríamos habernos encontrado físicamente. Esta chica, si puede, no coge el metro. Se lo ahorra. No tiene móvil así que cuando le mando un mensaje una voz metálica se lo reproduce en su contestador (iiiii, weird). La tía se gasta una orientación paupérrima así que va por la ciudad con un mapa hecho a base de fotocopias de otros mapas diferentes (super-weird!). Lleva Nueva York reconstruido por diferentes editoriales. Es lo más. Lo menos, mejor dicho. El minimalismo llevado a la persona. Pero tiene su lógica, está comprando piso. Su mortgage es de 800 dólares (si sigo el mismo planteamiento que seguí en Madrid, yo mismo debería plantearme comprar piso en Nueva York, pago 600 dólares al mes!). Así que las palabras que más utilizamos en nuestras conversaciones son “free, cheap, not cover, walk, walk, walk”. Y free otra vez. Es otra forma de vivir Nueva York, y no es mala. Yo, de hecho, no sabía que se podía cenar por 10 dólares (Dojo Restaurant, West Village). Cena a base de Hummus, verdura y tap water (Grifoya). La propina es exactamente el 15%. Total: 11 dólares y cincuenta centavos (dejé 2 al final, pero sin que ella se enterara, estilo Ross).
Maryline va comiendo su mitad sin pausa, con prisas. Devora. Yo hablo y como. A los cinco minutos, una media luna perfecta dibuja nuestro plato. A mi lado, avocado, brócoli, trocitos de pollo y soja. A su lado, la nada. Mister Big deja el plato más sucio. Y mientras hablo ella mira mi parte.
“¿Quieres más?”
“no, no, estoy bien”
Yo no, pienso, no me gusta el brócoli y menos si me miran comerlo con cara de lujuria (lujuria hacia el brócoli). Así que al final subdividimos de nuevo mi media luna y sólo cené un cuarto. Aún así, muchísima comida.
Y el resto de la velada, interesante. Cómo caminar por Manhattan viendo a la gente emborracharse. De una extraña manera, sin embargo, fue interesante. La chica, ya cenada, no quería comer más. Y yo tampoco estaba para mucho más. Una noche maravillosa. Sí, yo también lo he pasado genial. Yo también, repitamos. Sí, sí, claro, repitamos. Adiós, adiós. Una polla repetimos.
...
Hostias, mi cámara. La tiene ella en el bolso. Así que sí, repetiremos.
Más afrodisíaca fue mi cena con mis padres unas horas después. Cenamos ostras en este sitio tan famoso de Grand Central. Yummy! Es un sitio en el que llevan sirviendo oysters a los neoyorquinos desde 1913, un año después del Titanic, uno antes de la IGM. El encargado que nos sirve es encantador, atractivo, galán, con pose de actor. Mi madre lo compara con Cary Grant. Mi padre se rinde ante la evidencia. Su voz es increíble así que tratamos de ganárnoslo por ahí. Y lo hacemos. Repetidas veces viene a asegurarse de que todo está perfecto. Ja, ¡ganarse a un camarero! Ingenuos. Lo único que consigues es acabar tannnn “enamorado” de él que acabas por darle el máximo de propina.
Tras la explicación de mi primo, todos le queremos un poco más. Incluso Jeremy, que andaba preocupado. ¡Él fue el primero en verle llegar en taxi! Muy listo, Dani, al tocar con el claxón (en casa no hay buzzer).
La odisea es la prevista con el genuino toque de mi primo: metió el móvil en la maleta. Así que allí, donde quiera que esté el móvil, están las cincuenta llamadas que realicé entre las 7 de la tarde y las 11 de la noche a su número. [las maletas, a día de hoy, siguen sin aparecer]
Así que tras las presentaciones a humanos y perros, dani ya instalado, mi padre ya relajado, procedemos a conocernos mejor tomando unas birras en la terraza de casa. Jeremy y Dani conectan a la perfección, será por eso de que uno le da el relevo al otro. Dani acaba de dejarlo con su novia de toda la vida, él sabrá si se puede afirmar eso de la “niña de mi vida”. Yo, escéptico ante eso. El caso, Dani que acaba con lo suyo. Jeremy que empieza. La metáfora se completa con la pérdida de las cosas de mi primo en heatrow: la cámara que ella le regaló, el móvil plagado con sus fotos, la ropa que compartieron o se regalaron o compraron juntos durante 7 años.
En el próximo capítulo (o en la próxima alineación de planetas)…
- Jeremy vs Wendy.
- La Traviatta.
- Il Traviatto.
- La neggia.
- Jeremy, encantado de que la amiga desconocida de Peter se preocupe por él.
- He’s leaving home…
[I really feel That I'm losing my best friend I can't believe This could be the end]
Pero hoy miércoles, a las 17h31, se han alineado los planetas para que yo vuelva con esto. Así que ahí van unos highlights:
Días convulsos, o extraños. Días contados. Doce estarán mis padres aquí. Nueve mi primo, que llegó más tarde.
Mis padres, unos listos. Se traen los enseres de mano en una bolsa del DIA, algo que en sí es atentar contra el buen gusto pero a los americanos les parece de lujo: bolsa del DIA = a no terroristas.
Escogemos el taxista adecuado, puro desorden y suciedad. Es a los taxistas guarros lo que Williamsburg es a los barrios guarros. Premonición, deja vu, review, lo que quieras: es como introducir a mis padres en el marranísimo mundo de los barrios cool de este mundo. El taxi, de hecho, está salpicado de facturas, tarjetas de teléfono, callejeros de Nueva York y New Jersey. Sentarse a conciencia es jugársela. Es el Mambo-Taxi de Almodóvar en plena decadencia.
El tipo es negro y callado. Tiene el béisbol a todo volumen en la radio. Le pregunto por qué hay dos ligas diferentes de béisbol. “Sí, hay dos ligas de béisbol”, me responde. No más. El tío es majo de cojones. Seguro que luego se pasa unas risas que te cagas con sus amigos. Pero en el taxi es todo seriedad y personalidad. Si tuviera un coche un poco más limpio lo nominamos a taxista de New Jersey del año.
Para llegar a casa, he de guiarle. Es cojonudo ser taxista en Nueva York. Con saberte ande están Wall Street y Broadway lo tienes hecho. Pero llegamos, a la primera. Mis padres, deslumbraos.
[más tarde me enteraría de que la licencia para ser taxista te cuesta sólo 400 dólares y que con tener un permiso de residencia lo tienes hecho, pasando un examen que aprueban desde senegaleses hasta vietnamitas, ¿por qué no un abulense pura raza?]
Le doy a mi padre sus primeras llaves neoyorquinas, todo un honor. Faltaba el “major” de Bloomberg para cortar la cinta oficial. Subimos a casa pero arriba ya abro yo no sea que Mister Big se les tire al cuello. De cuellos nada. El perro está más contento que unas castañuelas. Lame a mi padre la barba y no para de dar brincos. Lo que nos faltaba, que el perro se volviera hiperactivo.
Les enseño su habitación: les encanta. Al perro también. Se viene con nosotros dentro. Sigue saltando y brincando. En una de éstas cojo y le doy de bolea. El perro, definitivamente, se ha vuelto gilipollas. Igual es culpa de mi madre, que no para de llamarle Mister Smith. "Mamá, que es mister big, no es el príncipe de bel air". "Ay mira lo de mister big no se me queda. Le llamo mister vale?" Por mí como si le llamas Monsieur y le das trato consular...
A Jeremy, eso sí, llámale Jeremy. No, Joost no, por favor. Joost es otro. A éste Jeremy. [El Síndrome de Brooklyn le duraría dos días…]
La familia se completa el sábado, que es cuando llegó mi primo. A las 18,45 ha de aterrizar su avión de la British Airways con inglesa puntualidad. Entonces, ¿por qué son las 22,45 y su teléfono sigue “apagado o fuera de cobertura en este momento”? En estas situaciones es cuando deseas que nada le haya pasado a la persona en paradero desconocido. Pero también necesitas que al menos tenga una buena excusa para no partirle la cara por no haber dado señales de vida. Y la tiene: dos horas secuestrado en Heathrow y la consiguiente pérdida de maletas. De hecho, su viaje en taxi hasta mi casa, una odisea, pobre. Va a fundar otro blog para contarla. O debería.
Siempre tendré su imagen bajando del taxi en fotogramas interrumpidos. Se para, se mueve en su asiento de atrás, saca el monedero, alarga la mano, sale del taxi. Mientras, suena música de jazz… ("como en Desmontando a Harry") Es el primo, es Dani, tu sobrino, mamá. Está vivo y está en Williamsburg. Vamos a abrazarle, Mister Big que le lama, luego le hostio por llegar cinco horas tarde y no tener el teléfono encendido y luego ya que se explique.
Unas horas antes, quedé con mi amiga francesa rescatada del averno de Internet. De otra forma, jamás podríamos habernos encontrado físicamente. Esta chica, si puede, no coge el metro. Se lo ahorra. No tiene móvil así que cuando le mando un mensaje una voz metálica se lo reproduce en su contestador (iiiii, weird). La tía se gasta una orientación paupérrima así que va por la ciudad con un mapa hecho a base de fotocopias de otros mapas diferentes (super-weird!). Lleva Nueva York reconstruido por diferentes editoriales. Es lo más. Lo menos, mejor dicho. El minimalismo llevado a la persona. Pero tiene su lógica, está comprando piso. Su mortgage es de 800 dólares (si sigo el mismo planteamiento que seguí en Madrid, yo mismo debería plantearme comprar piso en Nueva York, pago 600 dólares al mes!). Así que las palabras que más utilizamos en nuestras conversaciones son “free, cheap, not cover, walk, walk, walk”. Y free otra vez. Es otra forma de vivir Nueva York, y no es mala. Yo, de hecho, no sabía que se podía cenar por 10 dólares (Dojo Restaurant, West Village). Cena a base de Hummus, verdura y tap water (Grifoya). La propina es exactamente el 15%. Total: 11 dólares y cincuenta centavos (dejé 2 al final, pero sin que ella se enterara, estilo Ross).
Maryline va comiendo su mitad sin pausa, con prisas. Devora. Yo hablo y como. A los cinco minutos, una media luna perfecta dibuja nuestro plato. A mi lado, avocado, brócoli, trocitos de pollo y soja. A su lado, la nada. Mister Big deja el plato más sucio. Y mientras hablo ella mira mi parte.
“¿Quieres más?”
“no, no, estoy bien”
Yo no, pienso, no me gusta el brócoli y menos si me miran comerlo con cara de lujuria (lujuria hacia el brócoli). Así que al final subdividimos de nuevo mi media luna y sólo cené un cuarto. Aún así, muchísima comida.
Y el resto de la velada, interesante. Cómo caminar por Manhattan viendo a la gente emborracharse. De una extraña manera, sin embargo, fue interesante. La chica, ya cenada, no quería comer más. Y yo tampoco estaba para mucho más. Una noche maravillosa. Sí, yo también lo he pasado genial. Yo también, repitamos. Sí, sí, claro, repitamos. Adiós, adiós. Una polla repetimos.
...
Hostias, mi cámara. La tiene ella en el bolso. Así que sí, repetiremos.
Más afrodisíaca fue mi cena con mis padres unas horas después. Cenamos ostras en este sitio tan famoso de Grand Central. Yummy! Es un sitio en el que llevan sirviendo oysters a los neoyorquinos desde 1913, un año después del Titanic, uno antes de la IGM. El encargado que nos sirve es encantador, atractivo, galán, con pose de actor. Mi madre lo compara con Cary Grant. Mi padre se rinde ante la evidencia. Su voz es increíble así que tratamos de ganárnoslo por ahí. Y lo hacemos. Repetidas veces viene a asegurarse de que todo está perfecto. Ja, ¡ganarse a un camarero! Ingenuos. Lo único que consigues es acabar tannnn “enamorado” de él que acabas por darle el máximo de propina.
Tras la explicación de mi primo, todos le queremos un poco más. Incluso Jeremy, que andaba preocupado. ¡Él fue el primero en verle llegar en taxi! Muy listo, Dani, al tocar con el claxón (en casa no hay buzzer).
La odisea es la prevista con el genuino toque de mi primo: metió el móvil en la maleta. Así que allí, donde quiera que esté el móvil, están las cincuenta llamadas que realicé entre las 7 de la tarde y las 11 de la noche a su número. [las maletas, a día de hoy, siguen sin aparecer]
Así que tras las presentaciones a humanos y perros, dani ya instalado, mi padre ya relajado, procedemos a conocernos mejor tomando unas birras en la terraza de casa. Jeremy y Dani conectan a la perfección, será por eso de que uno le da el relevo al otro. Dani acaba de dejarlo con su novia de toda la vida, él sabrá si se puede afirmar eso de la “niña de mi vida”. Yo, escéptico ante eso. El caso, Dani que acaba con lo suyo. Jeremy que empieza. La metáfora se completa con la pérdida de las cosas de mi primo en heatrow: la cámara que ella le regaló, el móvil plagado con sus fotos, la ropa que compartieron o se regalaron o compraron juntos durante 7 años.
En el próximo capítulo (o en la próxima alineación de planetas)…
- Jeremy vs Wendy.
- La Traviatta.
- Il Traviatto.
- La neggia.
- Jeremy, encantado de que la amiga desconocida de Peter se preocupe por él.
- He’s leaving home…
[I really feel That I'm losing my best friend I can't believe This could be the end]
6 Comments:
Menos mal que se alinearon los planetas...y que lujo que me menciones en tu blog... y ahora después de tanto peloteo: ¿en que ambiente te sientes más cómodo? momento cheap con la francesa o en los que la hora de sacar la tarjeta es algo extresante...?
Tu primo Darío se va a quedar una temporada? no sé por qué, pero parece más de allí que de aquí.
Saludos de la amiga de Peter!
Joder David eres un crack!!!
Y muchos ánimos a Dani y dile que podia ser peor, que le podían haber hecho un tacto rectal en Heathrow, jeje.
Un abrazo chimoooo!!!
Joder David eres un crack!!!
Y muchos ánimos a Dani y dile que podia ser peor, que le podían haber hecho un tacto rectal en Heathrow, jeje.
Un abrazo chimoooo!!!
Yo ya estoy llorando...
De hecho, ando llorándome unas Budweiser con mi primo!
Peter, hay ganas de esa en Madrid, te lo aseguro.
Nononono, de tarjeta nada, mucho mejor temas tipo vía lactea y slaughtered lamb (greenwich village).
Nos vamos a mnhtn!!!
No no no no no, que te vas a BCN??? Pues yo no vuelvo. Pa cuánto tiempo!?
Y entonces te lloraré yo, no...?
Para volver con la música (a esta parte), veo que el 1Septiembre tocan deftones, korn y demás gentuza en NY, me lo recomiendas? Me suena que Korn era el grupo favorita de mi amiga María Island, andas por ahí???
Sigue mandando música Peter!
Mi primo se llama Dani pero siempre que pienso en él recuerdo la anécdota del primo Darío (Gomaespuma):
http://www.elalmanaque.com/humor/soft/Gomaespuma%20-%20El%20primo%20Dario.mp3
Joder, amplíame al mail anda! Iré iré.
Post a Comment
<< Home