Wednesday, August 30, 2006

Ratón con Cornflakes

LOS INGREDIENTES:

Hace mucho tiempo, tres americanos vivían en el número 387 de la calle 4 Sur, Brooklyn.

Wendy, la subarrendadora. Antigua redactora para televisión, además de DJ ocasional. Vivió cuatro años en Japón y volvió a los EEUU para ser maestra.

Malcolm, su primo. Actor egoísta y tacaño.

Jeremy, amigo del primo, recién llegado de Albuquerque, con ganas de comerse la manzana y olvidar a Joy, antigua novia del estado de Nuevo México. Actor.

Malcolm, el primo que pasaba la escoba-aspiradora como si fuera una aspiradora simplemente, prosperó en el teatro y abandonó Brooklyn para irse a Missouri.

David, el simpático desconocido amigo de Mercedes, amiga a su vez de Wendy, ocupó durante los meses de verano la habitación de Malcolm (X, porque hasta ahora no le he visto el jeto. Es el típico personaje del que siempre se habla en una película y nunca sabes quién es).

Salteando:

Wendy se marcha a Europa y deja su casa subarrendada y su perro arrendado en las maduras manos de Jeremy.

J y D hacen migas. Se cuentan su vida pasada, presente y futura. Jeremy le cuenta a David su plan de vida, esto es: enamorar a Joy, irse a vivir a Cleveland, no pagar la renta de septiembre a Wendy y casarse con Joy.

En su plan, se fuma toda la hierba que Wendy tenía escondida, descojona su ordenador y desaparece sin dejar una nota, un teléfono, una dirección, un sólo rastro que seguir.

Su plan comenzó a cojear el día que le dio a David su teléfono de Ohio. Depende de él. ¿Le dirá a Wendy qué es realmente lo que ha pasado? O, por el contrario, ¿le esconderá como el amigo que se supone que es?

Mezclar y cubrir:

29 de agosto. Wendy llega a Nueva York mientras David ha de preparar su plan. A pesar de que él maneja toda la información, se supone que su nivel de conocimiento es el siguiente: un día, Jeremy cogió sus cosas y se largó en menos que te roban una bici. Sólo dijo adiós y le dio una caricia a Mister Big. ¿Nada más? Hay tantas preguntas que responder que David no sabe si será capaz de responder con calma y un toque de sorpresa e incredulidad a todas ellas. Jeremy es el actor, no él. ¿Será capaz de afrontar con entereza el acecho de Wendy, una persona que tiene todo el derecho a saber lo qué ha pasado?

Paso a hablar en primera persona que estoy hasta las pelotas de la tercera.
Mis padres y Dani se marchan. Los preparativos parecen los de un crimen. Mis padres han de dejar todo tal cual lo dejó Wendy en su habitación antes de partir a Europa. Dani ha de hacer como si no hubiera existido. Su huella no puede aparecer en la habitación de Jeremy, su lecho en los últimos 10 días. Y para complicar aún más la situación, la habitación de Jeremy ha de parecer como si yo no supiera nada de la nota que Wendy nos dejó a mí y a Jeremy, pero que Jeremy jamás me enseñó, pero que Dani un día encontró por casualidad junto a las revistas porno de Jeremy. Jeremías, qué galimatías.

Si la casa ha de estar ordenada, es mi cabeza la que tiene que estar en completo acuerdo con todos los “hechos”.

Que hierva unas horas:

Dejo a mis padres en el Liberty Airport (Newark) el día más lluvioso de todo el verano. Muchos nervios. El Holland Tunnel no se despeja y, aunque tenemos tiempo para facturar, las cosas se van poniendo feas. El taxista, un negro como en la ida, no tranquiliza demasiado con su “exceso” de conversación. Finalmente, llegamos a Newark y mis padres embarcan sanos y salvos. Cuando voy a coger el bus para el Port Authority me llega una llamada desconocida. Son mis padres y me llaman desde un teléfono de la aduana. Es el perfume comprado en Chinatown, no puede viajar con ellos. Será cosa de que no tienen el ticket. No. No se puede viajar con líquidos tras lo de Londres.

Vuelta a Nueva York. Antes de salir de casa, había dejado una nota a Wendy. Más o menos decía así: “Bienvenida Wendy, un mal día, lo sé. Estaré fuera cuando llegues. Todo está lavado: sábanas, baño, cocina… Mister Big está bien y ha paseado dos veces. La habitación de Jeremy está como él la dejó. Etc, etc”. La información justa. Jeremy se fue. La información justa con un toque de desconocimiento. Dejando entrever que ella ya sabe que Jeremy se ha ido, toda vez que, es de sentido común, Jeremy debe de haber contactado con ella estos días (aunque sé que no lo ha hecho). La nota está dejada y yo estoy en medio de Manhattan preguntándome si la nota es como debe ser, sin recordar exactamente qué puse. Wendy llega a las 8,30. Son las 8,15. Me da tiempo a llegar antes que ella a casa. Es como volver a la escena del crimen. Pero qué crimen y qué hostias, si yo no he hecho nada!!! Allá voy.

Retirar:

Releo la nota y es correcta. Para añadir algo de tensión, paseo por tercera vez a Mister Big y hasta corrijo la nota: hemos paseado tres veces al perro. Miro y remiro toda la casa. Todo es correcto. Nunca me peino, ¿por qué me peino ahora? ¿¿¿Qué me hace no abandonar la casa ya mismito???

Me voy a Manhattan y como buen criminal, me meto en un cine. Factotum, la película sobre el libro de Charles Bukowski y su alter ego Henry Chinasky. Chinasky, interpretado por un gran Matt Dillon, es un escritor con barba de dos semanas, algo echado a perder, perdedor, errático… Creo que es la peor película que podía haber elegido en esta situación. Wendy me llama en medio de la sesión. Me da igual Factotum, miro embobado la pantalla del móvil mientras dejo extinguirse la llamada. WENDY WENDY Wendy Wendy wendy endy…Y deja un mensaje que oigo entre bastidores. Se nota cierta sorpresa: “David!? It’s Wendy. Please call me”. Dejo pasar una hora y contesto con un text message: “estoy en una película, te llamo en un rato, necesitas algo?” Al instante me contesta: “Jeremy se fue?” “Sí, la semana pasada, no lo sabías!? Dijo que te escribiría…”

Al salir del cine la llamo y tenemos una conversación horrible durante un cuarto de hora. No hay gritos. Sólo hay incomprensión, dudas, coches pasando, pobres pidiéndome dinero, sorpresa con dos gotitas de indignación, incredulidad. Mis respuestas son mezcla de desconocimiento con novedad, mezcladas, no agitadas.

Lo importante es recordar qué he respondido, no quiero fallar en el careo de mañana con Wendy. Aunque el careo es más bien conmigo mismo, con mi propia honestidad e integridad como persona.

Rociamos de aceite:

Malcolm, el primo-amigo, se suma a la trama. Jeremy me llama para decirme que ya tiene trabajo en Cleveland y para avisarme de que Malcolm vendrá a recoger sus cosas. Malcolm me llama. ¿¿¿Cómo tiene mi teléfono??? ¿Se lo ha dado Jeremy? ¿Me llama a mí (y no a Wendy) y me dice que vendrá a recoger sus cosas? Quiere alquilar un coche para llevar sus cosas a Boston. Malcolm tiene mi número así que 1. Se lo pudo haber dado Wendy hace tiempo. Improbable. 2. Se lo ha dado Jeremy. Fijo.

Y si se lo ha dado Jeremy, ¿eso significa que Malcolm está al tanto de sus intenciones? Él es el primo de Wendy…

Suena la señal del horno:

30 de agosto. Malcolm me despierta por teléfono para decirme que alquila el coche y viene en una hora. Salgo al salón y abrazo a Wendy, a quien no veo hace un mes. Está emocionada de verdad. Tras unas breves impresiones, le digo lo de Malcolm, que me ha llamado y que viene a por sus cosas, ¿cómo obviarlo? Wendy no se sorprende. ¿Pero por qué no se sorprende de que Malcolm tenga mi teléfono? Ella no pudo dárselo. Wendy está más concentrada en el Jeremy affaire y comienza su ronda de preguntas. ¿Cuándo? ¿Cómo¿ ¿Qué dijo? ¿Me va a pagar? ¿Te dio a ti mi dinero? ¿Así que tú has cuidado de mister big?

Respondo como puedo. A la última, de hecho, respondo: “Sí, bueno, I, my parents and my cccooouss”. Casi se me escapa lo de mi primo, la situación empieza a írseme de las manos. “My couscous”, acabé diciendo, o algo así.

"Pero a ver, david, si tú y él os llevábais muy bien cuando me fui. Algo te tuvo que decir, no puede haberse ido, así, sin más".

"No sé nada, sí, fue todo muy raro. De repente, una mañana, se largó”. Los pedacitos de realidad me sirven para aferrarme a mi historia. Tiro de ellos como puedo y reconstruyo a su alrededor toda una serie de hechos de lo más coherentes. Ripley estaría orgulloso de mí.

Wendy recrea los hechos en su cabeza como puede y hace las mismas preguntas una y otra vez. Pero obtiene las mismas respuestas. Mi firmeza flaquea y me planteo decirle la verdad. Ella pagó a Jeremy 200 dólares para que cuidara a Mister Big. 200 dólares que, visto lo visto, deberían ser de los dos. Wendy tiene tantas dudas en su cabeza que poco le importa ahora mismo su operación de ojos de mañana. Y, sin embargo, yo no puedo evitar acordarme de ella al mirarle a los ojos, inquietos, escépticos, casi agnósticos, muy vidriosos.

Sin embargo, a pesar de mentirle, le tiendo la mano. Le ofrezco mi ayuda e incluso le ofrezco dinero tras oírle decir a su primo Malcolm que ella está en bancarrota y que no puede ayudarle. Por lo visto, Malcolm aparece en el diccionario al lado de la palabra Loser. Quiere alquilar un coche, le faltan 100 dólares, y no tiene de dónde sacarlos. Así que se los pide a Wendy del depósito (fianza) que le dejó hace dos meses. Ella no quiere dárselos porque él le rompió el tocadiscos. Así que se inventa lo de la bancarrota, me reconoce después.

Ah. En Europa, Madrid, en concreto, primo Dani no aparece. Su avión debía haber aterrizado en Barajas hace más de cuatro horas.

Todo es tan retorcido que me entran ganas de poner un anuncio en el Times contando la verdad, yo lo pago.

Para mí, incluso, que soy el que más información poseo, existen aún bastantes cabos sueltos. ¿O no es así? ¿Acaso esa falta de información denota que a mí también me la están dando con queso?

[Por cierto, iiih ihhh, en casa no hay un ratón, hay dos]

Salpimentamos:

Por fin, la tensión estalla y corta la atmósfera en mil pedazos. El cristal que cubre la lámpara del baño revienta en medio de la ducha de Wendy. Wendy grita y yo salgo al rescate. En el baño sólo está ella tapada con una toalla y cientos de pedacitos de cristal, uno por cada una de las mentiras dichas este verano en esta casa.

Y servimos:

Mi cabeza es un puzzle hecho a base de trocitos de cristal. Un ratón avanza desde la cocina y se cuela al fondo del mueble del tocadiscos. Le he visto antes y le oigo ahora. Sólo me queda hacer algo bueno por Wendy. Cazarle es devolverle la sonrisa, así que me monto este artefacto elaborado por una caja de Special K con queso (el cebo) y restos de cereales (el dispositivo de alarma) y algo con lo que obstruir la salida del ratón una vez caiga en la trampa. Voy al baño y lo primero que veo es el desatascador. Puede valer. Al cogerlo, descubro un trocito del cristal de la lámpara muy cortante. ¿Qué hacía ahí debajo? No ha podido llegar ahí por casualidad. Esta casa empieza a dar miedo. El ratón se ha comido el queso y ha vuelto a su escondite. Lo que nos faltaba: roedores con coeficiente intelectual. Le oigo buscar una solución a su encrucijada. Yo busco la mía mientras escribo estas líneas. De momento vamos empate amiguito…

3 Comments:

Blogger Unknown said...

Jajajaja qué bueno, pensé que lo de las llamadas estúpidas, los mails a deshoras y los mensajes de no retorno eran cosa sólo de descerebrados, no de gente de postín. Pues bienvenido al club!!! El alcohol, otro tocomocho...

En este blog, sin embargo, todo comentario dentro o fuera de lugar es bienvenido.

Aquí lo de los papeles y demás stuff ni se menciona, que la wendy está que muerde. La situación en esta casa se tensiona por momentos...

[13 días que cambiaron al mundo]

A dormirla!

10:34 PM  
Anonymous Anonymous said...

Tá güeno tu primo, Deivi.

P.S. Era por darle un toque de frivolidad a este Fòrum de las Culturas en el que se ha convertío tu bló...

11:50 AM  
Blogger Unknown said...

:)

Tukugandalf??? Qué de sospechas me genera tu nombre...

("le dijo la ______ al ____")

11:36 PM  

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