El sexto sinsentido
DESDE QUE he llegado a Nueva York, he ido desarrollando un poder especial que me convierte en superhéroe (reg. núm. 192). Como en todos los superhéroes que he conocido, estas cosas te sobrevienen y ni te enteras. De repente, vuelas, tienes cualidades arácnidas o duermes a la virulé pa parecer un murciélago. En mi caso, es una fuente de poder muy local a la par que valiosa, y consiste en saber cuándo cojones la ciclotímica de mi casera está de mala hostia y anda planteándose a echar cianuro en mis Coronitas Extra. Wendoline, Wendoline, que te veo venir.El primer indicio llegó aquel sábado en el que Diego y yo nos fuimos a Manhattan sin fregar los platos. Los dos platos. A la vuelta, en cuanto llegamos al barrio, percibí que una nota de Wendy me esperaba en la puerta del cuarto. No me equivocaba. “David the kitchen is a mess! There are so many dishes in the sink from your dinner it’s full. It’s so unfair!!!”
Poco a poco, iba descubriendo nuevas señales en el estado de ánimo de mi hogareña anfitriona. Cierto día, paseando por Central Park, me envolvió un extraño olor. Era raro, porque estaba en un jardín lleno de flores. Y sin embargo, lo que yo percibía era claramente el aroma del desatascador de casa. Wendy lo estaba utilizando mientras se acordaba de mí, de mi ascendiente y de la raza española en general.
Eran simples detalles. Dolor de oídos. Jaquecas pasajeras. Incluso en lo alto del Empire State, durante un atardecer, me pareció oír un refunfuñar a lo lejos. Aquel día, olvidé dejar la alfombrita del baño encima de las cortinas de la ducha. Escalofriante.
Llámalo sexto sentido o instinto de supervivencia. Lo que estaba claro es que yo, a veces, veía a Wendy. La veía venir, quiero decir. Como un reloj. Intuía que se había quedado sin papel en plena cagada, y zas, morritos americanos a medianoche. Gracias al sexto sentido, ahí aparecía yo, inocente, casi previsor, con el paper para el toilet recién comprado en Alfonso’s Grocery.
El tono. También era el tono. Ese Deivid acusador, dos decibelios por debajo del umbral de simpatía y uno por encima del de odio. Un Deivid preciso. “Deivid quiero aclararte algo”. “Deivid no sabemos de ti en todo el día”. “Deivid ESTO NO es ser compañeros de piso”. ¡Ya lo sé!, ¡ESTO ES VIVIR CON LA MADRE DE TONY PERKINS!
Pero también comencé a percibir su arrepentimiento. Sus mensajes cómplices, sus “volvamos a ser amigos”. Un necesitar estar a bien conmigo. Un qué sé yo yanqui de ternura con el pobre españolito al que han hurtao la bici y que se alimenta a base de cerezas.
Lo extraño del caso es que ella, paralelamente, no haya desarrollado su propio sexto sentido. Tal vez es que se me da muy bien ser un cínico de cojones. O que soy un maestro en el arte de cagarme en la madre que te parió por lo bajini*.

Ya andaba yo haciéndome mi traje de Super Ibérico pa estrenarlo mañana (nada muy pomposo: una montera y unos dientes de ajo a la cintura) cuando me entero de que, por fin, Wendy se va a Europa. Tiene una boda en Londres a principios de agosto. El resto del mes paseará su resaca entre Holanda y Alemania. Lo único que le deseo es que coja el ramo de la novia y conozca a un distinguido inglés duque de Mequedoaquiavivirynovuelvoabrooklynshire.
Para acabar, diré que, como todo súper héroe, Súper Ibérico también tiene su criptonita. Y es que soy muy sensible a las muestras de afecto. Acaba de venir Wendy a mi habitación con una cerveza y ya me parece la americana mejor del mundo. En fin. Súper héroes hay pocos en el mundo. Y menos a este lado del charco, me temo.
* Por cierto, si alguien de la familia Sharbu llega algún día a leer esto, que sepa que todo parecido con la realidad es pura coincidencia, esto es un Blog de Ciencia Ficción.










ANDABA VIENDO un capítulo de Sex in the City (sí, hay tíos que también lo vemos) cuando, al ver a Sarah Jessica-Parker escribir sobre exo, he recordado que desde que llegó Diego no he vuelto a escribir sobre nada. Dicho lo cual, y ya que el tema está muy candente en esta casa, procedo con el capítulo correspondiente.





AL FINAL, el verano y las feromonas nos ponen a cada uno en nuestro sitio. Esto es, a Jeremy arriba y a Jay abajo. O al revés: ella arriba y él abajo. No, no, mejor cambian, que ella se cansa y ha tenido un día muy largo. ¡Vaya! Esto que se oye no lo han hecho antes. Y por lo que parece, debe de ser un Cuatro x Cuatro (Patas) en toda regla. Así que sí, por fin todo el mundo en su sitio: Jeremy y su perrita; Wendy, la suya y su madre (o Wendy, la suya y la suya). Y yo y mi bici, la cual, por cierto, desde hoy duerme oficialmente en la calle. Me he traído el sillín a mi cuarto pero no es lo mismo que el sexo en pareja.








