Saturday, July 15, 2006

Mucha city. Poco sexo.

NO ES Madrid de fiesta. No era el Space of Sound. Ni siquiera Ávila y Sabor. Pero joder, el garito era una discoteca en un barco en pleno Hudson River y todo el mundo estaba borracho y las chicas eran really cute. Así que el sitio tenía los ingredientes suficientes como para que me encantara estar allí. Sin embargo, lo que de verdad me ha maravillado ha sido –sí, Nando, sí, freidora- que el sitio se llamaba Frying pan!!! Te lo puedes creer? El primer sitio en el que poso el mango y se llama así? Supongo que es como si a Makelele le llevas a un sitio llamado The Pipe. No podía creerlo. Y lo peor, no podía explicarlo. Wendy y Jeremy (mi Joey) no comprendían mi estupefacción. No sé si mi intento les aclaró algo, eso sí, no pararon hasta que llegamos a una placa donde poder hacer una foto (el nombre de la discoteca está “impreso” en la popa y no es posible fotografiarlo…)

Sin embargo, lo más curioso era que tenías que quedarte quieto. Por lo visto, ellas se acercan y tú te quedas inmóvil, esperando a que pase algo. Mirando a todos los lados, moviéndote algo inquieto, tal vez. Como en el dentista. ¡Algo está cambiando Julito!

Todo hay que decirlo: así, yo no me encontraba muy a gusto. Y mientras, una chica de rojo nos miraba todo el rato. Yo intuí cierta libido en su quehacer así que…

- Jeremy, tío, ¿nos movemos?
- No, no, tranquilo, ya verás como viene. Esto es cuestión de paciencia.

Está bien, pensé. Esperemos.

- ¿Seguro?
- Baila, baila…

Claro. Sí, es posible, ellas eligen. Tal vez sea el problema, ¿no? Desde luego, no fuimos los elegidos. Tres cervezas más tarde retomamos el camino a casa como en pleno Alonso Martínez: imposible coger un taxi. Working on. A los cinco minutos, pasa un coche con las ruedas semibloqueadas y haciendo un zumbido tremendo. A los diez segundos, oímos la sirena de un coche de policía.

- Eh, Jeremy, tío, una persecución!!! Es verdad, es verdad, es verdad?
- Sí, sí (con toda la tranquilidad del mundo).
- Iuhuuuuuu! (como Homer)

Mi primera persecución. ¿Corremos? No hacía falta. Una manzana más adelante, el coche estaba empotrado y el fugitivo saliendo acojonado. Y ahí: lo indescriptible. Mejor dicho: lo que todos hemos visto en los informativos. Matías Prats diciendo en una cola (voz en off) con las imágenes desde un helicóptero “y nos llegan nuevas imágenes de la violencia de la policía norteamericana. Un joven de origen mexicano ha sido abatido a tiros tras robar un par de conos de señalización que había en la calle” (Chu…). Pues eso mismo con toda su parafernalia. Los dos polis rodeando al criminal/¿víctima? como si fueran dos velocirraptores, el tipo sin saber que hacer. El poli sacando poco a poco su pistola, hasta el punto de cruzarse con mi trayectoria –lo juro- durante un par de segundos (si fuera South Park, yo ya estaría muerto), el tipejo que se tira al suelo, las esposas, los dos mamporros. Y nosotros pasando al lado como si estuvieran barriendo la calle los operarios de limpieza. De hecho, hice un vídeo narrándolo todo. ¡Vuelve el reportero de guerra!

Una noche perfecta. Eso sí, como dice Jeremy sobre la versión de Sexo en Nueva York en la televisión pública americana, donde casi todas las escenas de Samantha son censuradas: Mucha city. Poco sexo.

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