Corona Grande para mi bici
UN GALLEGO es el nuevo líder del Tour de Francia y Óscar Sastre, abulense, es segundo en la clasificación general. Que yo recuerde, jamás ha habido una situación parecida para el ciclismo español. Sobre todo a estas alturas de carrera.
Y, sin embargo, es un día muy duro para el ciclismo nacional. Y para el abulense: ¡¡¡ESTOS HIJOS DE PUTA ME HAN ROBADO LA BICI!!! Serán chorizos. ¡Pero si tenía doble vuelta de cadena de polioritureno puro! (acabo de inventar la palabra pero la cadena era cojonuda, de verdad).
Hipótesis 1: un solo atracador ha pasado dos horas probando las diez mil combinaciones del candado hasta que ha dado con ella.
Hipótesis 2: tres vecinetes han elevado la bici los tres metros del poste al que estaba aferrada, salvando así la dificultad del candado, toda vez que la bici ya no tenía sillín (ver capítulo anterior). En media hora está hecho el trabajo.
Hipótesis 3: yo soy gilipollas y Wendy una jodida zorra por no dejarme meter la maldita bici en la habitación.
La pérdida ha servido, al menos, para suavizar la situación internacional de Diego, mi amigo español hasta hoy vetado en esta casa. Wendy, que en el fondo se siente culpable, ha accedido a que otro español (y van dos) duerma bajo su techo durante todo el fin de semana.
Pero a mí… ¿a mí quién me compensa lo de mi burra? Al cabreo-enfado-cara-de-gilipollas, se le ha añadido un elemento de terror: lo que se han llevado ha sido mi bici descabezada. El sillín aún está aquí. Iiiiiiiiiiii, es algo macabro. Me la imagino corriendo desbocada por las calles de Williamsburg, con plato grande y piñón pequeño, con ese ruidito tan molesto que hacía al pasar el pedal, arremetiendo sin piedad y descabezando chicos marginales que sólo quieren robar un par de ruedas desgastadas. Como el Jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, busca la sangre de su sangre. O algo así. No sé escribir relatos de terror, principalmente porque me dan mucho miedo. Así que voy a ponerme de nuevo los tapones porque ya empiezo a oír esa maldita cadena sin engrasar viniendo desde el Puente de Williamsburg. Además, Diego ronca que da gusto.
Con este óleo de Manet finalizo mi homenaje a la que desapareció por los desamparados. Nadie habrá entendido nada, Bici Jordana, pero yo te llevo muy dentro. Caballitoooooooooo.
Y, sin embargo, es un día muy duro para el ciclismo nacional. Y para el abulense: ¡¡¡ESTOS HIJOS DE PUTA ME HAN ROBADO LA BICI!!! Serán chorizos. ¡Pero si tenía doble vuelta de cadena de polioritureno puro! (acabo de inventar la palabra pero la cadena era cojonuda, de verdad).
Hipótesis 1: un solo atracador ha pasado dos horas probando las diez mil combinaciones del candado hasta que ha dado con ella.
Hipótesis 2: tres vecinetes han elevado la bici los tres metros del poste al que estaba aferrada, salvando así la dificultad del candado, toda vez que la bici ya no tenía sillín (ver capítulo anterior). En media hora está hecho el trabajo.
Hipótesis 3: yo soy gilipollas y Wendy una jodida zorra por no dejarme meter la maldita bici en la habitación.
La pérdida ha servido, al menos, para suavizar la situación internacional de Diego, mi amigo español hasta hoy vetado en esta casa. Wendy, que en el fondo se siente culpable, ha accedido a que otro español (y van dos) duerma bajo su techo durante todo el fin de semana.
Pero a mí… ¿a mí quién me compensa lo de mi burra? Al cabreo-enfado-cara-de-gilipollas, se le ha añadido un elemento de terror: lo que se han llevado ha sido mi bici descabezada. El sillín aún está aquí. Iiiiiiiiiiii, es algo macabro. Me la imagino corriendo desbocada por las calles de Williamsburg, con plato grande y piñón pequeño, con ese ruidito tan molesto que hacía al pasar el pedal, arremetiendo sin piedad y descabezando chicos marginales que sólo quieren robar un par de ruedas desgastadas. Como el Jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, busca la sangre de su sangre. O algo así. No sé escribir relatos de terror, principalmente porque me dan mucho miedo. Así que voy a ponerme de nuevo los tapones porque ya empiezo a oír esa maldita cadena sin engrasar viniendo desde el Puente de Williamsburg. Además, Diego ronca que da gusto.
Con este óleo de Manet finalizo mi homenaje a la que desapareció por los desamparados. Nadie habrá entendido nada, Bici Jordana, pero yo te llevo muy dentro. Caballitoooooooooo.
1 Comments:
Decir que merezco la pena es mucho exagerar pero me defiendo... Mándale saludos!
ALL FRIEND.
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