El Once Ése

Hoy [POR AYER] me he levantado a las nueve de la mañana. ¡Tan tan ta ran tan, tan tan tan tan tan tan tan! Para mí, una proeza. El madrugón (no es ironía) viene porque he comenzado con clases intensivas de inglés. Así que me he integrado a las rush hour como un neoyorquino más. Y he descubierto una luz diferente, ambiente diferente, ajetreo diferente. Un cierto silencio matutino, si me apuras, muy diferente del que percibo todos los días por la tarde. Luego ya, con el cien por cien de café en vena, he caído en que hoy se cumplen cinco años del atentado contra las Torres Gemelas. Hoy es el Once Ése.
Quizá, el periodista que duerme dentro de mí por las mañanas recordaba la efemérides. Por eso, a un nivel inconsciente, iba notando que algo diferente pasaba en cada corner (no confundir con saque de esquina). El tipo malhumorado y con barba que habita en mi interior hasta el mediodía, ése, ni se ha percatado del asunto. Hasta que he llegado a mi escuela. Allí ha sido la primera vez que he oído mencionar el Onze de Setembre americano. En la cola para pagar el curso de inglés. El paquistaní que estaba antes que yo tenía que rellenar la fecha así que le ha preguntado a la chica de recepción en qué día vivíamos. Entonces, esa mujer, entre enfadada y resignada, lo ha pronunciado:
“Nine Eleven…”
Coño. Claro. El Once Ese. El tipo lo ha apuntado mecánicamente y ha seguido con la siguiente casilla: ¿es usted terrorista o piensa cargarse a nuestro presidente durante su estancia? Los inmigrantes, supongo, bastante tienen con soportar su propio drama. En su país andan muriendo del orden de mil personas diarias por SIDA, malaria, peste, rubéola y sinusitis. Por decir algo: ni siquiera sé de qué muere la gente en otros países. Triste.
Al acabar la clase, he pensado que tenía que hacer algo realmente original para luego escribir sobre ello. Nada de 11-S y nada de Zona cero. Si acaso, un enfoque transv

Para cuando he querido levantar la vista, el metro se me había largao a Brooklyn, muy lejos de los muertos, de sus vivos, de todo el mundo. Eran las 2 de la tarde y en el exterior sólo había un cementerio. Greenpoint. Lo he interpretado como una señal. Vamos pa fuera.
Greenpoint es un bar

Mi expedición ha acabado ahí. A mil zonas de la zona cero. Definitivamente, este cementerio no tiene entrada. Lo han llenado de muertos. Y lo han cerrado.
Pa qué mentir, he acabado en la Zona Cero. Vaya que sí. Y la verdad, era donde había que estar. Moteros con Harleys, Hare Chrisnas, Jesuitas, Bomberos, Policías, Veteranos de Gue


Entre otras muchas, se pudieron oír cosas como “fue un trabajo desde dentro”, “el gobierno lo sabía y no hizo nada”, “ama a Jesús, es el único camino para la paz”, “la paz es el camino”, “No olviden a los veteranos de guerra”. Solo faltaba Michael Moore.
Con tanta información, lo que queda es desinformación. Leer los periódicos estos días, las páginas de Internet, los blogs, la publicidad, oír a unos, a otros, hablarlo en clase de inglés, con tus amigos… es como esnifarte dos torres gemelas de once de septiembre. Harto estoy a la temprana hora de las tres de la tarde. Además, aquí hay mucho poli y voy sin pasaporte. Vámonos.
Me largo de la Zona cero y me voy a jugar mi pachanga. Pero no hay. Toni, el italiano gilipollas se ha encarado con un poli y han echado a todo el mundo fuera. Encararse con un poli, hoy. Qué descarado.
Sigh. Vuelvo a la zona cero. No quería ir. Toma dos tazas. Pienso en lo poco que me afecta todo esto a mí, así, personalmente. En lo nada que me afecta. Y pienso si de verdad a la gente, a la no afectada, le afecta. Una familia se junta alrededor de unas velas y unas fotos y recuerda quién fue Alice No- sé-quién, muerta en el piso 93. Un pobre y un turista cansado oyen lo que dicen. El resto pasa por delante girando un poco la cabeza, “vámonos hijo que estos familiares son unos muermos”. A nadie le importa quien fuera Alice No-sé-quién. Al menos no así, de forma individual. La gente prefiere los muertos en miles, que no baje de cientos. De otra forma, es sólo la rutina de cada día. El SIDA, la malaria, la sinusitis… Un muerto no aporta nada. Eso es el morbo.
La memoria de este día confunde a todo el mundo, también a mí. Vuelvo a casa confundido pero indiferente. Ya por la noche, encienden las luces que simbolizan las dos torres caídas en combate. Desde allí se decidían las directrices de medio mundo. Economía, política, humanidad. Pero se las cargaron. Tengo un sueño de cojones. Simbolismo vs dormir. Fotos para el recuerdo vs dormir. Uff. Me decido por el periodismo. Por el periodismo indiferente. Ale, por tercera vez a la Zona Cero, ¿estamos de coña o qué pasa?

Veinte fotos después, vuelvo a casa, donde George W. Bush está hablando con el mundo. Del tirón y sin anuncios. Se le respeta. Es un plano secuencia, como hizo Hitchcok en La Soga. Al Rey de nuestra República Española, el día de Navidad, (esto lo dijo el hermano de Bush no?) le van cambiando el plano. Para lo de hoy hay que ser mejor actor. Además, el tema ayuda. Aún así, y en esencia, ha contado lo que pone en los billetes de un dólar pero en forma de cuento. América para los americanos y el resto también. Lo de los billetes es más enrevesado: “in God we trust” y aquello de “Novas Ordo Seculorum”. Material para los teóricos de la conspiración.
Me pongo a contar onces y me voy quedando dormido. Qué día tan denso. Y tan largo. Creo, definitivamente, que me voy a enganchar al café. Y pienso en la única conclusión de verdad que he sacado en todo el día: los cafés americanos, cuando remueves el azúcar, hacen un ruido metálico que dice “legally”. “Legally, legally, legally”. Y si lo remueves más rápido, “relative”, que puede significar relativo pero también familiar. Ellos no lo saben porque remueven con palos de madera, palos chinos, pajitas, no remueven o echan azúcar líquido.
Remember remember, the eleventh of september… Z
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